El teatro, la dramaturgia, la escritura, el lenguaje tienen
el poder de reunir en un solo espacio fuertes alegorías que sintetizan la
filosofía popular, al punto de impactar en las formas inconscientes en que
se organiza la mente humana, en un proceso de reestructuración subjetiva que
reinterpreta la vida. Tal sentido tiene “El loco y la triste”, obra del fallecido dramaturgo chileno Juan
Radrigan, que se presentó anoche en la legendaria Casa Laramamango, de la mano
del elenco teatral de la Compañía Alegría del país chileno. Esta
obra desarrolla las aventuras de dos arquetipos de la marginalidad chilena (que bien podría ser de todas partes): Eva y Huinca, una vieja prostituta displásica, y un
anciano pordiosero alcohólico tendrán una ambivalente simbiosis de género cuyo
fondo es el trajín de un suburbio caótico y depredador.
Esta obra fácilmente encajaría por tema y lenguaje en el realismo sucio, etiqueta designada para las narrativas
que rayan el tema de la marginalidad, cuyo imaginario está recargado de
personajes como prostitutas, borrachos, pordioseros, traficantes, proxenetas,
drogadictos, etc.; todos expresando un verbo coprolálico y coloquial, y en
este caso con chilenismos a la usanza que de inmediato, para el espectador
peruano, transportan a una atmósfera enrarecida por lo diferente y, por tanto, extraño. Es así que el texto sin usar
formalismos académicos construye su argumento a base de modismos de
todo tipo: refranes, muletillas, dichos de la cultura popular chilena, todos acompañados de cuando en cuando por
una sutil poesía que se mixtura con la nítida interpretación de los actores.
La dramaturgia de esta obra está diseñada para que dos
personajes, el uno varón y el otro mujer, sean los arquetipos de una cultura donde
impera un machismo y hembrismo no por convicciones si no por puro
existir. Así estas almas humanas que comparten desdichas, coexistirán para convidarse el poco fuego de la vida a pesar de
sus penumbras. El carácter de estos personajes hacen que la obra rose en
todo momento un sentido del humor popular con referencias jocosas a las
propias desgracias y a los chistes sexuales. Pues, el uno bien podría encajar en el perfil de un
sujeto psicótico, delirante por su refugio en el alcohol, mientras sueña con morir y entrar en el paraíso; y la otra
borderline, con trastornos afectivos que la hacen maldecir por la vida que lleva. De esta manera Huinca y Eva repasan sus
vidas para encontrarse el uno en el otro, en una muestra de buena relación
entre géneros dispares.
Es notable la interpretación de los talentosos actores
cuyos temperamentos son propicios para representar las vigorosas personalidades
de los protagonistas. La escenografía, luces, utilería todo
se integró, pese a sus tonos grises, hasta la fusión exacta con sus actuaciones para crear materia
envolvente. No solo por el tema, sino por el fuerte pathos que tanto
dramaturgia, interpretación y ambientación lograron transmitir. Sin
duda la experiencia y talento de los actores me hace pensar en lo poderoso e
influyente que puede ser para la obra el dominio de un atinado lenguaje no
verbal y paraverbal, como la kinesia, la proxemia, que aquí cobran verdadero
protagonismo junto con el texto dramático. Todo esto reunió elementos para que el espectador proyectara en ambos arquetipos sus propios
miedos, certezas e inseguridades que desembocaron en rigurosa catarsis.
Me atrevo a decir que esta obra se enmarca en el teatro terapéutico, y el concepto no es gratuito. Pues hay obras que no son
puro divertimento, sino que tienen la fuerza suficiente para poner las cosas en
su lugar, hablando del interior humano. A eso apunta la teoría catártica: el hecho de superar duelos o conflictos propios del espectador, a través de la estética de
la transformación, cuyos elementos emocionan, motivan, y por lo tanto permiten aprendizaje. No hay estricta pedagogía aquí sino aprendizaje por observación. “El
loco y la triste” es emotiva y lúcida. La recomiendo gratamente a
todo aquel que no solo quiera ir al teatro a calentar el asiento, sino a dejarse
transformar por un flujo de materia y energía que toca los matices del sentir humano. El
mensaje puede ser otro, yo me quedo con este.
Tacna, setiembre 2018.
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