¿Es la obra de Miguel Gutti, “5 metros de poesía”, una interpretación,
crítica o comentario a la personalidad y obra de Oquendo de Amat, o es un mero
pretexto para proyectar un método de frenético lenguaje corporal y simbolismos random? Aunque Miguel Gutti
quiera contarnos el sentido que quiera darle a su obra, hay que decirlo, su
propuesta con este unipersonal sugiere una pequeña investigación en su razonable
proceso de experimentación y aprendizaje. La obra pareciera responder a una egoísta
pregunta propia del actor comprometido con su vivencia más no con sus discursos: ¿Se puede escenificar algo tan abstracto como
la poesía de un delirante? Naturalmente, la respuesta afirma parcialmente la posibilidad
hegeliana de realizar racionalmente este “5 metros de poesía” con un método que
deglute el discurso literario en pos de las artes escénicas. Gracias a esto es
que tuvimos anoche por primera vez un pedacito de Oquendo de Amat , de la mano
de una propuesta que ahora comento.
Lo primero que me pasó al ver esta obra escénica fue asombrarme por lo que inicialmente parecía
un estudio de la personalidad de Oquendo de Amat. Creí que este unipersonal nos presentaba al histórico poeta en escena. Mi decepción
fue grande al observar que la escenificación del mítico poema oquendiano, tiene como protagonista a un anónimo sujeto o tal vez al mismo
Miguel Gutti rodeado de utilería simbólica, versos delirantes a granel, y un hiperquinésico y poderoso lenguaje
corporal que tiene como pretexto la vida y obra de Oquendo de Amat. No vamos a
negar que como espectáculo, la obra estimula el ojo y el oído; sin embargo los
recursos que Miguel Gutti usa en escena agotan su novedad conforme
avanza su trama ausente. Así, lo que tendría que ser un unipersonal escénico
con la obra de Oquendo como leitmotiv, no sería más que un recital dramatizado.
¿Será cierto esto?
Cómo se nota que Miguel Gutti hizo una necesaria sumersión en la
poesía oquendiana. Leyéndola, haciéndola suya, mixturándola con su bagaje creativo, generó una
kinesia y proxemia que dan cuerpo y voz renovadas al poema. A mi parecer, esta
manera de usar lo corporal y el espacio escénico, sumerge al espectador en un acertado
clima de angustia y delusión, dada la
naturaleza de la poesía oquendiana. Llamaría a esta técnica de Miguel Gutti como inoculación
de ansiedad. A través de la hiperquinesia y la hiperventilación en escena, dota al verso
recitado de movimientos corporales al punto de casi dibujar el alfabeto. El clímax
de esta técnica lo vemos cuando hace que la sangre le suba a la cabeza
mediante una pirueta bocabajo, cambiando de color la cara, rodeandose de transpiración
ansiosa. Todo esto invoca a su anónimo personaje de
atmósfera inquietante que encarna la esquizofrénica experiencia de leer los versos oquendianos.
Algo que no encuentra auténtica resonancia en este
unipersonal, son los gestos vacíos con la utilería, que me parecieron lugares
comunes demasiado obvios porque no resignifican nada. Por ejemplo la soga o la
botella de vino están ahí en su significado más banal, y solo logran hacer vaga
referencia al vicio y la enfermedad que persigue estereotipadamente al genio poético; o el libro de
poesía para sugerirnos perogrullescamente un viaje a la poesía de Oquendo de
Amat. Tales gestos vacíos son innecesarios. De otro lado, sí me gustó el lugar que
ocuparon las dos bancas para simbolizar la soledad del autor que realza sutilmente la puesta en escena. Otra cosa que
no parece ser acertada, es la indumentaria, esa mezcla de enagua junto a un
saco de vestir, que tampoco se integra ni tiene resonancia especial, salvo como
repertorio distractor o juguete de interacción, alargando más la obra,o
ampliando un léxico meramente visual. Aunque el actor diga: “Quiero integrar lo
femenino a mi interpretación actoral”, el espectador no ve eso.
Una vez terminada la obra, me pregunté: ¿por qué un
unipersonal de Amat? ¿No será posible hacer una obra integral y orgánica de
Oquendo? La respuesta está en el experimentalismo de Miguel Gutti. Siendo el un
ambicioso artista formado en la escuela que hace un teatro ombliguista, más no
discursivo, “5 metros de poesía” no se
trata de teatro por la literatura, sino todo lo contrario. De
modo que la obra de Oquendo de Amat se subordina al formato de la dramaturgia,
género ya independizado de la literatura, o rama interdisciplinaria que las
artes escénicas han asimilado por razonables motivos. De ahi que llame la atención que
esta obra, de intención homenajista, se cierra únicamente sobre
la obra poética, en lugar de revisar la personalidad o vida del poeta. El pretexto de tener a la poesía oquendiana como tema y cuasi narrativa, se debe a la mera producción de los laboratorios de teatro, asumiendo como reto la dramatización de la obra poética, en lugar de tener al propio Oquendo como protagonista.
Obviamente entendemos el porqué de esta falta de trama y centrismo en la obra poética. De todas maneras, este “5 metros de poesía” parafrasea enérgicamente los “5 metros de poemas” de Amat, de una manera que abre e incita el debate por la influencia y sentido del histórico poeta peruano. Pese a que en otras ciudades esta obra se acompañó de audiovisuales, me alegra haberla visto sin tanta truculencia, dejando mi teoria de espectador amalgamarse con las texturas mostradas en escena. Así el lugar que ocupa la falta de narrativa definida en la obra, la reducción de la música dramatista solo al inicio y al cierre, la ausencia de escenografía ambientalista, todo ello da paso a un mano a mano entre la poesía oquendiana y el público, que tiene como intermediario una fornida interpretación que se adapta, a mi parecer, a cualquier escenario por su acertado simplismo.
Obviamente entendemos el porqué de esta falta de trama y centrismo en la obra poética. De todas maneras, este “5 metros de poesía” parafrasea enérgicamente los “5 metros de poemas” de Amat, de una manera que abre e incita el debate por la influencia y sentido del histórico poeta peruano. Pese a que en otras ciudades esta obra se acompañó de audiovisuales, me alegra haberla visto sin tanta truculencia, dejando mi teoria de espectador amalgamarse con las texturas mostradas en escena. Así el lugar que ocupa la falta de narrativa definida en la obra, la reducción de la música dramatista solo al inicio y al cierre, la ausencia de escenografía ambientalista, todo ello da paso a un mano a mano entre la poesía oquendiana y el público, que tiene como intermediario una fornida interpretación que se adapta, a mi parecer, a cualquier escenario por su acertado simplismo.
Takna
Yhan Koronel