CALIENTITAS
"5 METROS DE POESÍA" DE MIGUEL GUTTI
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lunes, 30 de julio de 2018
sábado, 28 de julio de 2018
LOS HUÉRFANOS DE MARCO AURELIO DENEGRI
Pueden lucrar y multiplicarse moralmente todo lo que quieran con la figura de Marco Aurelio Denegri. No dudo que sean largas las filas que admiraban al palabrero hasta el fervor religioso. Ni mucho menos faltarán los que reconozcan en el viejo maestro un héroe cultural, un paladín intelectual o un adalid académico. Pues, Marco Aurelio Denegri ha muerto, y su vacío ha dejado un duelo artificioso, teatral y lastimero en aquellos que le veían como una lámpara más en la noche de su existencia. Se apagó esa lámpara, y los huérfanos ya están quejándose de la oscuridad en que vivirán. ¿No les parece esto ridículo?
Una cosa queda clara, luego de la muerte de Marco Aurelio Denegri. La hiperdependencia de figuras intelectuales, el fanatismo superficial de la inteligencia, la orfandad crítica, sume a las masas en ceros que acompañan a los números enteros. Sucede que Marco Aurelio Denegri murió, no podía vivir para siempre. No podía aparecer en televisión hasta los 130 años para llenar esa falta y necesidad que tienen las masas de sentirse un poquito más inteligentes, un poquito más intelectuales. Está claro que para reforzar la imagen de cultos, la gente necesita buscar y rodearse de figuras o actividades que lo comprueben. ¿Cuántos de esta manera se dicen seguidores del gurú?
Tengan un poco más de autocrítica. La muerte de Marco Aurelio Denegri es para entrar en duelo crítico, en tristeza retroactiva, en melancolía hiperquinética. Muerto uno de los eslabones que conectaron el siglo XX con el XXI, fenecido el puente que hacía dialogar el presente con el pasado y el futuro; a los que lamentan inconmensurable y románticamente la muerte del gurú siempre les quedará la autodidaxia y la intereducación. ¿O solo estudian y aprenden succionando la baba de los gurús? Cuánta autocrítica les falta todavía. Pues estos dolidos que lamentan la pérdida de su Cid Campeador, de las mil y una noches de un personaje al que encomendaron sus faltas graves, se conformaban con ver a su pseudohéroe pelear en televisión, en una batalla que ni quieren luchar.
Que Marco Aurelio Denegri fue uno de los últimos reductos de la educación en televisión abierta, sí. Que enseñaba y encantaba a la audiencia con su sapiencia y buen verbo, sí. Que le hacía falta al pueblo un personaje que divulgara información académica y tópicos del presente, sí. Que su deceso deja un gran vacío que lamentar, no. Que su muerte es agonía colectiva y pronóstico de una sociedad distópica, no. Que su falta nos volverá mucho más ignorantes, estúpidos y alienados, no. Pues, al igual que el vivo, el Marco Aurelio Denegri muerto es también muy importante. Acabado el padre, los hijos y demás criaturas se quedan con el deber heredado, profundizar en su autoeducación, divulgar y educar al pueblo, a la masa, a los niños y jóvenes. ¿De qué les sirvió sino tanta Función de la Palabra? ¿Para aparentar que eran cultos y educados? ¿Para decir “él me gusta, por lo tanto, yo soy como él"?
No voy a engañarme. Mi tesis principal es que muchos eran hinchas de Denegri solo para alardear cultismo, y de esta manera deshacerse de la intensa y continua labor de autoeducarse. Pues ¿para qué leer, escribir y estudiar, si Marco Aurelio Denegri lo hacía por el resto? ¿Basta con citarlo, con decir que se le admira, con hacer pública la fe en alguien que trabaja por el ideal de hombre y mujer intelectual, la maldita diferencia entre las masas, todas ellas deformes por la ignorancia y la indiferencia? Marco Aurelio Denegri murió. Ahora sus fanáticos toman la batuta. Veamos qué es lo que pueden hacer.
miércoles, 11 de julio de 2018
DAVID FOSTER WALLACE SE DEFIENDE
Acabo de terminar este cúmulo de entrevistas y artículos sobre el neurótico-depresivo-paranoico más tierno y corrosivo de la literatura de alto calibre. Y déjenme decirles que me ha parecido en sus momentos más incandescentes una lluvia torrencial de meteoritos cognitivamente hermosos. Y cuando no, sencillamente apático, rodeado de juegos mentales que salpican su baba a los malos entrevistadores, de una manera por decirlo así, provocativamente brillante.
Y es que, desde que vi su hiperquinética y ansiosa entrevista que le hiciera Charlie Rose allá por 1997, me dije "Wao, qué paja. Ese tipo es inteligente más veces por segundo que el promedio, tengo que conseguir todas sus entrevistas". Y desde entonces he rastreado sus entrevistas hasta el naufragio por las redes catódicas de Internet, hasta llegar a este curioso libro que ilumina ahí donde todos muestran indiferencia. Pues no hay tema para el que no tenga una respuesta.
El libro reúne, aparte de un prólogo insípido y poco revelador, el sumun de más de 20 textos, entre entrevistas y artículos, que recorren amplios momentos en la trayectoria de DFW, a propósito de sus libros de ficcion y no ficción publicados. Esto es importante para aquellos que nos sentimos atraídos por el DFW detrás de su obra, ya que revela asuntos algo así como la pluma detrás de la pluma, además de responder a la pregunta ideográfica ¿Cómo le veían sus contemporáneos?
Hay algo de maestro y de hermano mayor en DFW que siempre se le drena en cada respuesta que esgrimía. Se trata de un tipo que no solo quiere decirte que estamos perdidos y que necesitamos un mapa, sino que además, trata de compartir el suyo. Sin ser antisistema, se tomaba el trabajo no solo para despotricar y desarmar a su tiempo y espacio, sino que buscaba entregarse a la misión sino estoica, al menos hedonista, de explicar el punto que significó su existencia, dentro del terrible mosaico de la vida norteamericana.
A mi me parece que sus entrevistas, a lado de su obra mastodóntica de ficción, revelan algo más que al friki intelectual o el crítico ácido de la existencia humana. Lejos del literato, del profesor, del aficionado a la cultura de masas, para aquellos que buscamos siempre al humano detrás del efecto dopler de la lectura; esta colección de entrevistas evidencian la poderosa actitud humana que hubo en cada una de sus palabras.
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