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lunes, 30 de julio de 2018

RIGOR MORTIS A ENRIQUE VERÁSTEGUI


Habrán tantos Enrique Verástegui como gente que lo conoció y pudo leer su obra. De esta manera, todavía le espera más muertes al Ángelus Novus, pues cada persona que leyó su obra, que conversó con él, guarda un Verástegui que espera morir junto con ellos. Para mí, el único Verástegui que existió fue el que se dedicó a la escritura. Curiosa es la forma en que habita el poeta. Te habla o lo ves hablar a través de sus poemas. No habla como un muerto, no habla como un vivo, y así seguirá siendo mientras se lo lea. Por eso es que la noticia de su muerte, es un mera convención. El poeta está allí en sus versos, tan vivo, y tan muerto.


Imagino un futuro próximo donde niños de 5 años se me acercan. Me piden, a mí que soy su mayor, les recomiende la lectura de un poeta que signifique un viaje a ignotas texturas de la existencia humana. Leo en sus ojos lúcidos el deseo de más vida de la que tienen, siento en su mirada ansias por saborear atmósferas deliciosas, les adivino el pensamiento de buscar la madurez del ser a través del lenguaje. Y pienso en Enrique Verástegui, en un puñado de sus poemas que representan y transmiten la parábola que fue el desarrollo de su personalidad a través de una escritura narcicista, enciclopédica y delirante.


Pienso en los poemas de En los extramuros del mundo (1971), gaseosas construcciones que son vitrinas a la ciudad, fotos que flotan, marcos que iluminan los rincones de la civilización fragmentándose. Pienso en Praxis Asalto y Destrucción del Infierno (1980), breve y pirotécnica visión que tonifica y llena de luz el pulso de la mirada histórica. Pienso en algunos poemas de su Ëtica (1989-1995), en "Penelopea de Ítaca, pasó por Lima", en "Giordan Bruno", en "Perpetuum Mobile" poemas sonoros, bellamente construidos, muy concientes del lenguaje, que importan de la literatura universal posibilidades infinitas para la poesía peruana.


A esos niños de 5 años les diría que aprender a escribir, para purificar y pulir la existencia, a través de los autores que leemos, de los autores que nos enseñan a escribir, es necesario comprender los estados en que podemos dividir y entender el proceso de madurez y evolución escritural de un autor. Sin ser rigurosos, de momento, la división Verástegui en su obra son 3. Ni cronológica ni temática, sino semiótica; consiste en poemas del auroral En los extramuros del Mundo y otros poemas primos como primera división; en la segunda encontramos los poemas barrocos del Ética, en especial los de Monte de goce y Angelus Novus I y II; y en la tercera se encuentran textos demenciales del Tratado de la Yerbaluisa o Teoría de los cambios, donde aún podemos encontrar joyas como el poema "Maitreya" o "DIARIO Z + 1: 2/1/2004".


No tengo reparos en decir que no todo de su obra poética debe leerse. Gran parte de sus libros están plagados de ejercicios de escritura inconclusos e imperfectos, poemas que solo sirven para postular un oscuro concepto de genialidad poética, y que los jóvenes han hecho un culto al rededor de las florituras textuales, muchas de las cuales son ilusiones ópticas sobre el papel. Más allá de eso, todo aquel que se acerque a la poesía de Enrique Verástegui aceptará tarde o temprano algo que apunté en la época en que empecé a leerlo, justo después de terminar su Ética: "Hizo que la sabiduría de occidente y oriente se besaran y cayeran dormidos. Demostró la belleza y absurdo de las filosofías. Creó un jardín con todas las metafísicas. Armó una sinfonía de voces de antaño y hogaño para convocar la plenitud de no saber nada y deleitarse con los movimientos de la mente".

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