CALIENTITAS

"5 METROS DE POESÍA" DE MIGUEL GUTTI

¿Es la obra de Miguel Gutti, “5 metros de poesía”, una interpretación, crítica o comentario a la personalidad y obra de Oquendo de Amat,...

LAS PREFERIDAS

miércoles, 1 de agosto de 2018

CRÓNICA SOBRE CUATRO CARACOLES



I
Me encontré con el poeta Ives Vizcarra la otra noche. Ya lo conocen. Recientemente publicó un libro de poesía llamado Armilar. De personalidad a veces áspera y otras veces tierna; dueño de un habla sino florida, al menos efusiva, aunque en sus momentos ariscos, la intrusión y el delirio le desbordan. Me cae bien, porque al igual que yo es un amo de la introspección y las interzonas. Me encontraba en el arco parabólico, ese patético monumento a no sé qué concepto pero que es memoria colectiva. Me senté en el borde de esos antiguos bloques de concreto al pie de Grau, como si fuese una gárgola. Conversaba con un par de venecos que trataban de convencerme que eran buenos y que les estaba yendo bien mientras sonaba Salserín de fondo. Amablemente me convidaron sus dos litros de vinos, mientras a un par de metros, un par de venecos que también eran sus amigos, nos observaban fría y calculadoramente. Estaba claro que conversaba con los más extrovertidos, y los introvertidos, sencillamente se fijaban que todo estaba de lo más normal. A propósito, los dichosos venecos que hablaban conmigo se llamaban Nelson...y...y, no me acuerdo del otro, llamémoslo Juan. (Evidentemente el alcohol destruye nuestras neuronas, o eso dicen). Mis nuevos amigos venecos, no querían irse a pesar que los otros dos les hacían señales de retirada. A mi me quedó claro esa preciosura de solidaridad que hay en personas de una misma nacionalidad en tierras ajenas. Me pasó cuando estuve en Chile, y ahora, ante los venecos vuelvo a comprobarla. Ese ánimo de cuidarse entre ellos, de no dejarlos a merced de extrañas fuerzas potencialmente xenófobas. Se equivocaban conmigo, pero les entiendo. Haría lo mismo en su lugar. El veneco Juan, tenia una interesante charla. Le pregunté en plan antropológico, qué proyectaba hacer a corto y largo plazo en Tacna. Me respondió lo que ya adivinaba. Quería formar una familia, estabilizarse económicamente, y morir en una tumba tal vez sin nombre, aunque no en ese mismo orden. Bakán, le dije, y reforcé sus sueños con algunos comentarios complacientes y humanos. En eso que nos dábamos un abrazo y bebiamos cada uno de su vaso, se aparece el poeta Ives, ¿Qué chucha haces acá?, fue mi primera reacción. Al parecer, mi causa Steven, estudiante de psicología, mil oficios, y aficionado al arte -que hace media hora se había perdido mientras conversaba con los venecos-, le habría encontrado meando en los baños públicos. Ellos no se conocían, y todo indicaba que habían congeniado al punto que Ives, desustanciado y más optimista que nunca, aceptó la invitación de Stiven para unirse al grupo. Chupamos, chupamos, y el resto fue giros de egos orbitando la atención y la competencia verbal. Lo importante es que hubo muchas risas y nada de coreografía. hasta que se acabó el trago. El espectáculo terminó. apagaron la música. Los grupos recogían sus instrumentos, los técnicos guardaban los aparatos electrónicos. Nosotros recogimos nuestros huesos y desfilamos en mancha hasta Av. Bolognesi. Allí, cada uno con motivaciones estrictas, siguió su flecha. Los venecos se hicieron humo, nos quedamos con uno, pero al rato se arrepintió y corrió a buscar a sus pares. De modo que quedabamos Ives, Stiven y yo, aunque había uno más, uno imperceptible y harto sugestionable. Su estado mental no solo era deplorable, sino muy humano. Lo acogimos gustoso y subimos por esa catarata de concreto y palmeras riendo, dando vueltas, extrayendo el numen de todas las cosas.

¿QUIERE LA PARTE 2? Haga click aquí.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario