“La pequeña compañía
pujante” estrena una nueva obra en la ciudad de Tacna. Esta vez, nuestros
quijotescos amigos, Lucho Ramírez, director, y Alizia Cuadros, actriz, nos
presentan “La madre”, obra de la fallecida dramaturga peruana, Sara Joffré. La
obra ha sido presentada en el rústico escenario de la Casa Laramamango, un
jueves como fue ayer de Agosto. Con una nutrida audiencia, la obra nos muestra la
decadencia de una actriz a la que conoceremos como La madre, quien pasa sus
últimos días en escenarios deprimentes. Este único personaje de la obra, tal
vez poseída por una demencia precoz o un delirium tremens, se pasa en el
escenario recordando los días de su juventud como actriz de teatro, de cabaret,
y de cuanto café bar o cantina se haya animado a contratar su exuberante talento.
Parece que el personaje sirve de portal para revisar otros tiempos, realidades
y contextos, pues al contrario de lo que sugiere el título de la obra: “La
madre”, no habla sobre la maternidad, o al menos, no es una filosofía de la
maternidad.
Veamos. La madre entra en escena, portando unos sonoros
tacos y un vestido sensual, excesivamente maquillada, como solo las actrices
viejas lo pueden hacer. Tal vez borracha y drogada, La madre no escatima en
teatralizar su vida, como si no tuviese ningún argumento que contar, o como si
estuviese cansada de tantos argumentos, se remite a narrar su pasado, a
conjugarlo con su presente, pero nunca con su futuro, pues esa categoría la
está vetada por obvias razones. La madre baila pornográficamente, sonríe,
coquetea, dice incoherencias, habla con presencias fantasmales. No le tiembla
la mano para interactuar con el público, e incluso lo invita a subir en escena
para intimidarlo con su exuberancia. Acompañada de una divertida utilería, que
incluyen cigarros, perchero, pelucas de neón, trajes y una botella de vino, se
limita a jugar con todos ellos como signo de un talento que se le va acabando,
pues en escena está claro que ya nada le funciona, o sencillamente ya nada
tiene sentido, y ahí es donde empieza su tragedia.
Los pensamientos de La madre se le escapan o los suelta a
voluntad, no lo podemos saber, pues el guion de la obra se lo permite. La madre
alucina, delusiona. Creyéndose una gran actriz, una sui generis, empieza a rememorar y contar cómo llegó a
dónde está. Narra cómo vivió los 60’s, los 70’s, época en la que expandió su
conciencia con la movida contracultural y hippie, seguido de la revolución
sexual; para luego sugerirnos lo que vivió en los 80’s con los movimientos
revolucionarios y el terrorismo de la época; y consecutivamente los 90’s,
épocas de escasez, miseria y represión. Todo esto efímeramente sugerido y
acompañado por efectos musicales que emulaban sirenas, música e imágenes de la
época. También se dio tiempo de hacer un mea culpa respecto a su fracaso como
madre, y sobre cómo eligió por sobre toda cosa, su carrera como actriz. Y es
que el guion de la obra es una oportunidad para que repase los diversos
contextos históricos que le tocó vivir, y su condición como ser humano a través
de su maternidad*, actriz, alcohólica y vedette, etiquetas que configuran su
humanidad en conflicto al final de su carrera y en tiempos difíciles.
Sin duda alguna la obra tiene una fuerte carga simbólica ya
que toca un tema más que interesante, polémico y provocador. Y si tengo que
cuestionar algo, es el guion, que me parece de contenido y desarrollo
apresurado, o no muy bien estructurado, mostrando una trama no muy efectiva
pese a los giros y sucesos en escena. Está claro que la obra quiere ser una
crítica a la sociedad peruana de las últimas décadas a través de un delirante
monólogo con un personaje decadente y altamente icónico como La madre, figura
crucial que sirve de justificación para reunir en un solo epicentro varias
realidades de nuestro país. Me gusta que la obra raye con el metateatro,
rompiendo la cuarta pared, para hacer teatro del teatro. Sin embargo, la obra
solo llega a sugerir lo que en realidad debería comunicar, y en todo caso, las
referencias de las que hace uso se llegan a perder debido al poco tiempo y trabajo
que se les da. A mí me parece que en su momento, la obra que fue estrenada en
1997 causó más impacto que ahora, debido a que en esos tiempos se vivía a flor
de piel el represivo gobierno del dictador Fujimori, y los conflictos y
tragedias sociales de la época. En cambio hoy, la obra puede ser considerada
como anticuada, y es necesaria una actualización que renueve el guion, pues para
mí, la obra no llega a ser contundente.
A Lucho Ramírez, el director, y a Alizia Cuadros, actriz que
encarna a La madre, no puedo decirles nada, salvo celebrar su atrevimiento al
elegir poner en escena una obra que logra entretener, y también a educar a
través de la reflexión post-presentación. Demás está decir, que el diálogo que
a posteriori concedieron, permitió revelar los puntos aquí anotados y socializar
la reflexión colectiva sobre los tópicos que desarrolla la obra, una formula
interesante para llenar el vacío que deja una obra que solo quiere pasar como
divertimento intelectual y protesta social. Me da gusto que a pesar de los
comentarios, críticas y opiniones, la mirada tanto del director como la actriz,
sea la de alimentar, rehacer y solidificar sus criterios para generar una
escena teatral y artística basados en los principios no solo de la tolerancia,
sino, de la intereducación, pues tanta falta hace construir un público
preparado para procesar de formas diversas el texto artístico en todas sus
variantes. Mis felicidades a Lucho Ramírez y a Alizia Cuadros por bregar y no
desmayar en su ánimo por pulir y consolidar su trayectoria alimentando de paso
un movimiento artístico enérgico y subversivo.
*Hay que ver que el guion está preparado tanto para que
actúe un varón travesti, como para una madre mujer.
** Aquí el link para revisar el guion: http://www.oocities.org/teatroperuano/madre.html
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