Tienen que conocer la historia de Will Hunting. Un chaval
duro, rebelde, muy bueno para las matemáticas, con saberes en literatura, historia,
economía, política, y joder, quién sabe en qué disciplinas y ciencias más. Sería
el típico nerd, de no ser por el carácter corrosivo que se maneja, y lo lleva a
despotricar contra todo lo que le rodea. Sin duda, sin ser un antisistema o un
renegado de la sociedad, es un tipo que no usa su brillantez para fines
calculados como el sueño americano, y se la pasa bebiendo cerveza con sus
amigotes, aparte de trabajar como un orgulloso proletario, feliz de sentirse
común y corriente. No es raro pensar que conoce muy bien su potencial, y que su
actitud petulante es una clase de venganza por sabe el tao qué experiencias que
le marcaron. Es como si dijera “yo soy mejor que todos, y puedo hacer cosas cojonudas
, pero púdranse, no me da la gana, no van a envolverme con sus rollos, no se
van a aprovechar de mí, miren como me arruino para que no me posean, títeres”.
Todo iba bien, hasta que un día a un profesor de Hardvard se
le ocurre retar a sus estudiantes con un problema que escribió en la pizarra
del pasillo. ¿Y qué creen? Will lo resolvió en menos de lo que canta un gallo.
El profesor, que se llama Gerald Lambeau, sorprendido, y sin tener noticias del
genio resuelveproblemas, decide contraatacar con otro desafío matemático.
Grande es su sorpresa cuando se da cuenta que fue resuelto por un crío
pasatrapos que labora en la misma Universidad. Cuando el profesor sale a buscar
a esta prominencia de las matemáticas, lo encuentra en pleno juicio debido a
algunos crímenes que habría cometido, como robar autos, o pegarle a un oficial.
Wil, quien se defendía a sí mismo como abogado, es finalmente sentenciado, y el
profesor Lambeau le plantea sacarlo bajo dos condiciones: que estudie en
Hardvard bajo su tutela, y siga psicoterapia para ese problema de carácter.
Pasado un tiempo, Will ya está estudiando matemáticas y colaborando
con el trabajo del profesor Lambeau. Sin embargo, es con la psicoterapia donde tendrían
algunos problemillas. Luego de probar suerte con un psiquiatra y un
hipnoterapeuta, está claro que Will solo se mofa y no se toma en serio las
sesiones, llamando comecocos a cualquiera que intente comprender la estructura
de su mente. Cualquier que haya visto a este Will necio y reactivo; y que sepa
algo de psicología clínica, se dará cuenta que es de esas personas con
sintomatología egosintónica, de fuertes mecanismos de defensa, y creencias
irracionales sobre sí mismo y el resto. El profesor Lambeau cansado de los
juegos de Will busca al psicólogo Sean Maguire, antiguo camarada suyo. El
primer encuentro fue crudo. Un Will provocador se atrevió a psicoanalizar a
Sean, hasta burlarse de la memoria de su esposa. Sean, probablemente
sorprendido y enfurecido a la vez, no dudó en ponerlo en su sitio, saliéndose
incluso del papel de psicólogo, en una respuesta que podemos llamar humana.
Está claro que el indomable Will es uno de esos casos que
podríamos llamar difícil o imposible, que ha pasado por varios especialistas y
se niega a recibir ayuda de ningún tipo. Señalemos los aciertos del estilo de
psicoterapia que Sean desarrolla para ayudar a Will. Empecemos por observar que
no cometió el mismo error que los demás. Sean crea un clima agradable para la
relación, se interesa en el paciente como ser humano, y valida
incondicionalmente su manera de ser.
Aunque al principio Will buscaba cabrear a Sean, este último no se lo
tomó como algo personal, ni mucho menos reaccionó con hostilidad, ni renunció
etiquetando a Will como “lunático sin remedio”. Puede que Sean haya sido
impulsivo al coger del cuello a su paciente cuando este empezó a hablar pestes
de su esposa. En mi opinión, la reacción fue necesaria al ser signo de
advertencia y sobre todo de autoridad, pues está claro que Will no reconoce ni
respeta ninguna. La reacción de Sean ante la agresión de Will, sirvió para delimitar
las normas y límites de su trabajo.
Algo que también merece la atención es cómo desde el primer
momento la técnica de Sean está orientada a utilizar el mismo lenguaje que
Will, y sobre todo, utilizar los mismos recursos verbales del intelecto para
teorizar, analizar e interpretar el alma humana mediante diálogos sobre la literatura,
las ciencias y el humanismo. Todo eso contribuye a que progresivamente Will
reconozca en Sean y su trabajo, algo más que un típico psicoterapeuta acéfalo
como lo creyó al inicio. Pese a que Will puso a prueba en todo momento la
calidad de Sean como persona y profesional, Sean supo comprender, esquivar y
confrontar los mecanismos de defensa de su joven paciente, y a tomarlo como un
reto clínico y sobre todo humano. Es así que logra desenmascaras las densas intelectuaciones
y racionalizaciones que Will construye como coraza y espinas para no dejar que
nadie se le acerque. Algo que Sean va a calificar como miedo a la imperfección,
y represión emocional, por episodios de violencia infantil que ya parece
sospechar.
Posteriormente, es a partir de los preparativos de la
segunda sesión cuando Sean se da cuenta que las técnicas clásicas de empatía y
validación no funcionarán del todo. Tiene que ser muy creativo para picar a
Will desde sus propios criterios de lucha, para confrontarlo de la misma manera
en que él se enfrenta a los demás. Por ello buscará su punto ciego,
desbaratando cada una de las estratagemas que Will utiliza para desarmar a sus
interlocutores, como la excesiva racionalización, y el acting out, mecanismos
de defensa que realmente hacen difícil pero no imposible el trabajo terapéutico.
Tal vez por eso no sea tan descabellado que Sean haga la sesión fuera de su consultorio, en el
parque, contemplando un lago con cisnes,
complicadas aves de apariencia vanidosa. Es en esa heterodoxa
circunstancia que Sean , usando un lenguaje poético (tal como le gusta a Will),
renuncia a las típicas fórmulas de intervención, haciendo gala de un verbo y
sapiencia cultos, (cosa que lo liga a Will), para desmenuzar la filosofía personal
de su paciente, y reconociendo* a la vez sus limitaciones sin temor a ser
juzgado.
Como verán en la cinta, luego de esa segunda sesión, el Will
renegado ha sido pillado. En la tercera sesión Will asiste dando signos de
apertura todavía desconfiada y superficial. A pesar que no profirió ninguna
palabra durante una hora, se mantuvo quieto y en ningún momento abandonó la
consulta. Claramente Sean continúa ganándose el respeto y construyendo un clima
de reconocimiento y dignidad para con Will, pues no hablará si Will no quiere
hablar, y a la vez, no dará su brazo a
torcer, porque no quiere hacer el rol de terapeuta pasivo. En una clase de lucha
de poderes, la relación se va construyendo en base a la tenacidad que cada uno
reconoce del otro. Y ya para la cuarta sesión, según se van creando
circunstancia en la vida de Will, este empezará a hablar sobre temas indirectos
con Sean, como el amor y las mujeres. Es increíble como el interés genuino y la
autenticidad de Sean se mantienen intactos. Haciendo uso de un quid pro quo en
el que escucha las historias de Will y también cuenta las suyas, soltando
chistes, empieza a mostrar lo que quiere de Will, sinceridad, honestidad,
valentía para asumir y compartir sus problemas.
Ya en la quinta sesión la manera en la que Sean llega a conectar con
Will es sorprendente. Utilizando una anécdota inesperada, una narrativa sobre
el sentido de la vida y las elecciones, envuelve a Will en un vaivén de
emociones intensas que lo pillan desprevenido, sin todas esas construcciones de
las que se rodea. Will empieza a permitirse ser como un niño escuchando las historias
de un padre. Deja de reprimirse emocionalmente, deja de proyectar la imago de
tipo duro, para dejarse llevar por las hiperquinéticas habilidades de Sean para
contar una historia íntima sobre cómo tomó la decisión de conocer a la chica
que luego sería su esposa, sin pensar en las consecuencias o el qué dirán. Para
el final de esta sesión, Will queda sorprendido y satisfecho con la atmósfera
que acaba de envolverle. Hasta aquí a Sean parece interesarle la relación
humana que tiene con sean. Posteriormente en la sexta sesión, luego de tocar
temas de interés personal que Will desea desarrollar, Sean empieza a cuestionar
y hacer un tipo de confrontación para que Will pierda el miedo a comunicar lo
que quiere. Will, pendiente de esto, y no contento con este movimiento, opta
por defenderse y empieza a irse por las ramas. Aquí vemos un quiebre que
remarca la autoridad de Sean, y la negativa de Will para mostrarse
auténticamente.
A pesar que la última sesión fue incómoda para ambos,
todavía tienen una sétima sesión donde Sean, sin salirse de su rol y
mostrándose siempre interesado por Will como ser humano, le cuenta un episodio
de agresión que sufrió de niño, para que luego Will también narre el suyo. Lastimado
por el recuerdo, empieza a llorar. Sean se le acerca a darle un abrazo con la
frase “no fue tu culpa”. Pese a que lo rechaza inicialmente, repetír la frase
tumbó todas las defensas que Will construyó
alrededor de una autoculpa infantil, que le arruinaba su presente. Will abraza
auténticamente y sin tapujos a Sean, y ahí es donde ambos logran conectar
totalmente para aceptar una relación horizontal, con dignidad y respeto mutuo. Gracias
a esto Will es capaz de responder a la
pregunta que Sean le planteó en todo su proceso terapéutico “¿qué quieres hacer”.
Un Will más confiado y menos evitativo, continua con las sesiones hasta el
cierre, donde ambos agradecen la calidad de relación que construyeron, y lo importante
que sería conservarla vía teléfono. Todo eso en medio de efusivas expresiones de
aprecio y respetos, sin rehuirle al contacto físico. La película termina con
Will tomando por primera vez una decisión personal, y no una mera reacción inflexible.
Coge el auto que le obsequiaron sus amigos, y va en busca de una nueva
oportunidad en la vida.
Mi conclusión sobre el filme es que el concepto de
psicoterapia que Sean emplea es el adecuado para tratar a un paciente difícil
que podría pasar como imposible. Está claro que el enfoque es un humanismo ecléctico.
Se puede ver en acción técnicas pertenecientes a la terapia centrada en el
cliente de Carl Rogers, la logoterapia de Viktor Frankl, y la Gestalterapia de
Fritz Perls, todas ellas destacadas por tener como objetivo reconocer y enfrentarse al peculiar
y complicado carácter de Will, para que empiece a aceptar la relación o alianza
terapéutica, y así lograr responsabilizarse de sí mismo, conectando con todo su
material reprimido. Pero más allá de celebrar el triunfo de la técnica, lo admirable es el trato humano que el terapeuta Sean Maguire maneja a lo largo de las
sesiones. Un trato cálido y fresco que en ningún momento cae en la frialdad y el
cálculo, ni mucho menos en la estigmatización o etiquetas diagnósticas. Una
combinación de técnicas humanistas y un trato humano basado en principios de
relación auténtica, que dieron como resultado la progresiva participación, para
que construyera su teoría del cambio, como tiene que ser.
* Esto último es importante para que Will no lo vea como el
típico psicólogo que hace de maestro, y que solo sermonea con aires de
divinidad.
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