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miércoles, 31 de octubre de 2018

FEELBACK DE VALERIA ROMAN MARROQUÍN





Las poéticas de hoy tienen mucho que arriesgar. Ya no hay temas seguros, nos encontramos en un nuevo(viejo) continente que parece tan extraño y el cual se hace difícil explorar por su inconmensurabilidad. Los poetas se inspiran, desde sus acantilados, quieren traducir los polos defectivos y virtuosos de esa gigantesca Pangea. Según esto, todo autor cultiva insospechadamente errores y aciertos en los tramos de una escritura sin brújula ni padres adoptivos. Tanto peor para las primeras experiencias con el lenguaje de los bisoños. ¡Oh!, el lenguaje, ese otro, organismo fantasma cuyos contenidos afloran significados manifiestos y latentes. Feelback (Sub 25, 2016), es el primer órganum con el que Valeria Román Marroquín se adentra en el farragoso terreno de la poesía peruana contemporánea. Según confiesa ella, escrito a los 15 años, y publicada 02 años después. Libro brevísimo, intimista, confesional, sencillo, y por lo tanto, no menos lúcido, así al menos, se nos presenta un grupo  de 11 poemas organizados bajo el latido y  cartografía personal de esta poeta. Una primera leída de barrido da la impresión de ser un libro gramaticalmente descuidado, hecho a la volada, con una especie de automatismo psíquico que muestra más que estructuras inconscientes, una rebelión en contra de ese lenguaje viral al que buscaba domar el malogrado William Burroughs. Veamos esto con detenimiento.

Hay una despreocupación total del verso blanco, que se me antoja (an)verso. En Feelback parece no importar la organicidad y/o circularidad del poema, sino los ritmos distorsionados y estridentes de sus confesiones, las intuiciones de sus imágenes que elevan lo cotidiano a una categoría baldía, y por ende fantasmal. No se convoca la sonoridad, tampoco la lógica. La ortografía y sintaxis de Valeria Marroquín puede entenderse como una renuncia beligerante a la escritura formalista, dando paso a un dadaísmo que puede pasar también por inexperiencia poética si se nos antoja criticar una “versificación incorrecta”. Así el verso, clásicamente versolibrista, conocido por una estructura rítmica que todavía respeta la respiración personal del autor, en Feelback, se vuelve un asma o hiperventilación angustiante que inquieta por sus ritmos sincopados, palabras imbricadas, letras que parecen estar a contratiempo. Aquí no se corta el verso bajo una fórmula sonora, ni mucho menos invoca logos riguroso. De esta forma se prescinde de los signos de puntuación, de las mayúsculas, generando oraciones hibridas, que no privan de sentido ni rayan el garabato, sino que indican la dinamia con la que deben ser leídos, en clave de partitura, o una mera pragmática de cómo experimenta cada vivencia según su lenguaje privado. Esto se ve a lo largo y ancho de sus poemas.

Llamaremos (an)verso, término que utilizamos no para causar tendencia, sino para señalar una cosa de otra, en tono pedagógico, a esta versificación ciega y rebelde que da fuerza y dinámica al poema, como en “Every Little thing is made of love” : “por qué escuchamos canciones de amor por qué las cantamos/ por qué te gustan/ por qué las tocas bajo la tonta noche estrellada frente a una chica que te gusta tanto”. Aquí no solamente se obvian lo signos de interrogación, también se ponen las preguntas unas seguidas de otras, hecho que indicaría se lean de corrido. Sin embargo, otras veces puede parecer un error garrafal que deviene en galimatías, como en “Ícaro”: “desde sus orígenes el hombre ha mirado hacia el cielo/ buscando respuestas/ pero no encuentra no gira/ alrededor de nada como un muchacho/ hermoso el sol quema cuando se le mira directamente”, ejercicio que sabemos se realiza más por experimentalismo que por inexperiencia, aunque a veces parecen equipararse. Pero aquí no nos engañemos, estamos ante uno de los desaciertos que amenazan con hacer inteligible el poema; y de otro lado, muestra una conciencia del lenguaje devenida en experimentos en la versificación, pues así la obra, no sabemos si por ingenio postmodernista o mera coincidencia,  se revela abierta para que el lector desarrolle su propia respiración.

Decíamos que hay una conciencia del lenguaje, más no metalenguaje, y es condición de las escrituras postmodernas (o post 2000) tener la suficiente conciencia sobre el texto para deformarlo, jugar con él, revelar sus paradojas semánticas, los límites de sus sentidos, algo de eso se ve en este Feelback, más no es su categoría. El libro se inclina por hacer del lenguaje herramienta simplista, en clave confesional que se desnuda y revela sino el lado más creativo de la escritura, sí la filosofía del “menos es más”, donde las imágenes son tan comunes que uno se pone a pensar en cómo no nos hemos dado cuenta de la poesía que llevan esas estampas tan cotidianas como un día de cocina con la madre, un momento sobre los techos de la ciudad, estar en plan H con el enamorado de turno, o imaginar al mango como tema. De esta forma se desarrolla una fuerte poética de la memoria, escudriñando el deseo femenino, así como el descubrimiento y definición de la propia psicosexualidad. Y en este trance se nos muestra una fisiología del dolor bajo la experiencia ginocéntrica (adolescente en este caso), por la que se filtran las cosas de la vida en sus formas rutinarias. Pues a eso apunta la materia del libro, generando un panorama  donde la desesperanza, la resignación, y por ende una estética de la aceptación auguran el fin de su escritura: un feelback, concepto que juega con el feedback* (retroalimentación), solo que aplicado al escabroso campo de los sentires más que las ideas.

Hay al menos 3 temas que desarrolla Valeria Román Marroquín en este libro: 1) la subjetividad femenina y sus avatares,2) la relación disfuncional con los padres y el rechazo a la familia, y 3) el concepto de mundo en sus investiduras más cercanas. Para el primer tema, poemas como “Canción para mi baby baby bay” exploran un eros en el que se busca hasta revelar su estructura subjetiva, siempre en clave femenina: “yo no sé cantar pero escribo/ una canción para mi baby baby bay mirándome el ombligo”, poema que juega con la intertextualidad  (letra en ingles que bien podría ser de Justin Bieber o Aretha Franklin), para intensificar la riqueza semántica del texto. De este eros deviene la introspección: “Mi baby baby baby se mira el omlbigo/ me pregunta quién terminará por devorar a quién:/ yo lleno mi boca de lugares comunes/ como si fuera tierra/ devoro primero/ todos los animales que he sido/ para comenzar a ver mi cara/ limpia”. Esto mismo lo observamos en “Every litle thing is made of love”: “Por qué escribes sobre mujeres que vuelan/ sabías que no todas vuelan/ la taxonomía del animal lo dice así: dos piernas/ bocas como océanos/ nadan en sus palabras”, poema donde empieza a inquirir a su objeto de deseo para finalmente volverse a definir luego de mirarse adentro: “por qué no escribes sobre la sal sobre la herida/ sobre la herida que tengo la herida que me hiciste/ sobre algo que no duela/ por qué no escribes sobre mí”. Más de esto, con menos pulcredad es el motivo de otros poemas que son pretexto de esta autoexploración o conciencia de género, como en “Mango “ y “Postal en un techo ajeno”.

El segundo motivo, el tema de los padres lo vemos en “Escena uno interior cocina”, poema que parte describiendo la atmósfera inquietante en el que una hija intenta conectar con su madre: “los ciclos se van cumpliendo/ la sopa se prepara/ y ya no es mamá quien mueve la cuchara/si no yo/con las manos hundidas en el agua hirviendo/ ambas probamos la sopa siete veces antes de hablar”. Esta topografía hogareña adquiere un tono angustiante que sirve para aproximarse a la madre sino por el vínculo familiar, sí por el género al que ambas pertenecen, hecho que sugiere un fuerte descubrimiento del discurso femenino y su lugar ante las fuerzas que la configurar madre y esposa según los hábitos que se le asocia, más no en mujer: “aspiro la grasa en las ventanas de la cocina mi madre la tiene/ pegada en su nariz el tiempo la obligó a acostumbrarse/ a no quejarse/ a no sentir falta de aire”.  Todo esto transmuta en sororidad obligada o en la imposibilidad de la relación madre-hija: “me dice que los miedos no se crean ni se destruyen/ se transforman/ se heredan/ hierven a fuego lento/ y sabe que me h enseñado bien/ aunque yo n lo sienta así aunque no lo quiera comprender”. En otro poema como “Please, look around now to locate the closet emergency exit to your seat”, también leemos este interés de la poeta por elaborar este tropo: “estudio una ciencia exacta que los aeropuertos esconden muy/ detrás de las despedidas/ y aquella nos ha permitido sentir un tipo de tristeza para la que/ nuestros padres nunca tuvieron/ tiempo-“. O en “I have been made so you can use me again and again”: “Cuando madre deje de tocar la puerta y padre deje a las mujeres”.

Finalmente está el grupo de poemas que inspeccionan su relación con un mundo lleno de metarrelatos que fueron configurando su primera subjetividad, y  a la que parece querer renunciar en tono de ironía. Esto se observa en algunos poemas que delinean su concepto de hombre contemporáneo y los discursos que lo construyen en maneras que percibe sino injustas, absurdas. En “Autorretrato  circa mil novecientos noventa y nueve” leemos su filosofía personal: “Somos animales de mecanismos desarrollados para/ nacer/ crecer/ hacer/ morir/somos animales con las condiciones para medir la vida a una / velocidad perfecta”. Luego el poemas va enlistando el desencanto de las cosas, y una vez agotadas, se vuelve en sí para  revelar el lugar que ocupa dentro de ese remolino que la hastía: “así esperan así esperan así buscan/ en google:/ “cómo ser feliz en diez pasos”/ “las personas delgadas son un 30% más felices que las que no/ lo son, o sea yo/ cuánto cuesta ese 30%/ cuánto cuesta bajar de peso”. Todo esto moldea una feliz resignación que se conoce como autoaceptación incondicional definiendo a su escritura herramienta de su redención: “así es como se debe masticar una edad/ así es como se escupe/ en silencio”. Más de esto lo encontramos en “Ícaro” y “Pop negro” donde un pulso ateísta parece exorcizar los logos de un pasado del que reniega y formó parte de su mundo primero.

Esta psicotopografía configura sus textos como una escritura de la transparencia, una sinceridad cuya letra “escupe/ en silencio”, para quemar lo que sería una etapa al viejo estilo de una inocencia interrumpida; vertiéndole los claroscuros de sus partículas elementales. Sin embargo, hay que señalar que no todo en el libro es acierto. En varios pasajes los versos son imprecisos por un trato sino descuidado del lenguaje, demasiado apegado al experimento. Poemas como: “Mango**”evidencian un manejo rígido y frío del verso y no desarrolla ni cierra lo que invoca: “Aprendí a huir del hombre/porque solamente sabe comer fruta/ fresca”. O “Pop negro”, cuyo tema brillante -el influjo oscuro de la religión sobre el cuerpo de la mujer-, en este caso no llega a redondearse por ser un poema de estructura abierta: “repítelo al pie de la letra/ eres muy joven para entender/ santo/ es tu cuerpo un río seco un río que trae piedras santo es tu/ dolor y peso/ que llevas arrastrando santo es lo que brota de las heridas arrodíllate”. O este otro, “Love letters meaningless”***, que de igual manera arranca vertiginoso, pero lo esquirlado, lo intermitente, los saltos semánticos de estrofa a estrofa no llegan a la integración y vuelven a insistir en el poema hecho a retazos, que se presta más para una lectura excesivamente abierta donde el lector tiene que hacer todo el trabajo: “una ortiga crece dentro de una herida/ cualquiera como yo crezco de una / costra como yo existo en un estómago”.

En cambio son poemas como “Canción para mi baby baby baby”, “Every Little thing is made of love” “Escena uno interior cocina”, “Please, look around now to locate the closet emergency exit to your seat”, y “I have been made so you can use me again and again” los que le dan vivacidad y lucidez al libro, rescatándole de la mera ilusión óptica o el presentimiento de un libro irregular. Dentro de todo, este Feelback es una arriesgada apuesta por una poesía diáfana, que no elucubra ni invierte espacio para el verso barroco, cultista o metapoético. Un verso cuasi prosaico, con imágenes sencillas, un lenguaje repetitivo y evocador de lo cotidiano en su variante kafkiana, o al viejo estilo de escenas lyncheanas. La presencia de lo rutinario acompañado de angustia polineurótica, señalan esta batalla de la poética contra el pasado-presente de una voz que se descubre mujer y su consecuente aceptación incondicional. Una poética que aprovecha los límites del lenguaje (concatenaciones, encaballamientos) para elaborar un ritmo estridente, asmático, signo de reclamo; queja que prefigura una futura ontología respecto a la particular experiencia: cristal desde el que mira el mundo. No hay un feminismo en esta poesía, hay una conciencia de género, de clase, la intuición de precisar el lugar del hombre-mujer en el cosmos a partir de la singularidad que le ha tocado, para enhebrar los temas que empiezan a obsesionarla: el amor, el deseo, los padres, la feminidad, el mundo y todo su entramado en un libro que arriesga y gana por el mero hecho de no callar, de escupir, y desengañarse.

Tacna, 31 de octubre el 2018.



*Capacidad de un emisor para recoger reacciones de los receptores y modificar su mensaje, de acuerdo con lo recogido.
**Se observa que este poema ha sido corregido o tiene otra variante cuya calidad parece superar al aparecido en este Feelback. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=cS896FE1N7o
***De igual manera, otra variante de este mismo poema, más elaborado y mejor desarrollado aparece en: https://www.playgroundmag.net/studio/historias/Valeria-Roman-Marroquin_22672813.html

martes, 25 de septiembre de 2018

"PRIMAVERA EXTRAMUROS" DE AUGUSTO ANÍBAL TOLEDO




Augusto Aníbal Toledo tiene una trayectoria fragmentaria y fugaz en la historia de la Literatura tacneña. Nunca se le conoció libro. Y lo que se sabe de su obra se debe a pequeñas plaquetas y un racimo de poemas que publicó en revistas como la ya desaparecida Letrasértica. Ahora, rompe el maleficio de ser inédito, y se anima a publicar su primer tomo de poemas. Esta noticia viene con un sorpresivo dato. Los poemas de su libro “Primavera Extramuros” (Autoedición, 2018), pertenecen a los accesos creativos de hace aproximadamente 10 años. El hecho llama la atención, pues al igual que el “Armilar” del poeta Ives Vicarra, los poemas que hace público no pertenecen a su presente creativo, algo que desde ya es una advertencia de la calidad del libro. Recuerdo que leí algo de Augusto Aníbal Toledo allá en los tiempos de Letrasértica, en el número dos del 2011 cuando publicó un grupo de poemas bajo el título “Órbita rota”, y ahí encontramos versos de calidad como Y no fui oruga antes, que se formó de ser otra cosa/ en esta esfera que guarda en sí misma el infinito.” Tales versos pronosticaron un poeta de calibre en ciernes. Veamos con qué nos encontramos. Abro el libro.

Cierro el libro y me viene una sensación que conozco bien. El libro es un conjunto de 38 poemas divididos en dos secciones, “Orilla” la primera, que desarrolla el tema del deseo y el desamor,  y segundo “El amor impropio” muy relacionado con el yo y los avatares de la existencia. Todo bien hasta ahí, sin embargo, el manejo del lenguaje en este libro es impreciso y exageradamente abstracto. Hay poemas que sencillamente tropiezan contra sí mismos al punto de hacer metástasis, debido a tonos incipientes y usanza barroca. Con un lenguaje recargado y juegos de palabra insípidos, los poemas no abren ni cierran, y son meros ejercicios verbales de mal gusto dadaísta. Versos de calidad pedestre abundan como: “Beso los labios que cogieron mis fases interpérritas/ acariciando tu figura que me encanta oculto.”; o “Te desafío a que me absorbas en tu encanto de espinas de flor mortuoria.” Cito los más bizarros que revelan pobre construcción y conceptualización del verso, seguido de cacofonías, reiteraciones y ripios que no completan un poema circular. Mi impresión es que en “Primavera Extramuros” escasea eso que alguien llamó “inspiración y trabajo”.

Sin embargo, lejos de centrarnos en el paupérrimo formalismo, los contenidos poéticos son otro asunto. Leo los poemas que desarrollan desamor y deseo, el yo y sus consecuencias,  y recuerdo al viejo Borges, quien dijo: “No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados.” A este respecto hace referencia el trato depresivo, masoquista y delusivo del eros, que fácilmente podrían pertenecer a las cuitas de un joven Werther resucitado en la aldea global. Dicen sus poemas: “Arráncame las orejas con la serpiente de tu boca”, “Pertúrbame con tus palabras de ansiedad y hambre”, “¡OHG! Retírate de mis torturadas orejas…”. O, “Dispárame el fuego fulminante de tu desprecio que ha de/ llevarme a recordar, recordar… horrorizado ante/ una promesa que prefiere desangrar.”; o “Cae de tan alto… tan alto que no se puede nombrar”, “te desafío que me absorbas en tu encanto de espina flor mortuoria”, y así hasta el vértigo de una poética que revela su poesía como instrumento lacrimógeno, cosa que no estaría mal, de no ser porque algo así emula novel trabajo de púber o adolescente.

Nunca va a dejar de sorprenderme lo aburrido que puede llegar a ser el castellano cuando escasea el buen pulso. A pesar de que la mayoría de los poemas no se salvan de lectura crítica, hay un pequeño grupo que son proyecto y logro de poesía promedio, al menos en su variante intimista y confesional. Poemas como “HASTA QUE SE PUDRA DE AMOR”, “EXTRAMOR”, “SIN EMBARGO HAY ALGO QUE ME ATRAE”,”CONOCER EL DÍA”, INSTERTICIO" y “ME DETENGO LUEGO PROSIGO” son títulos curiosos, que dan cuenta de elocuencia, sostenido aliento, y púgil geometría. Lo más sensato lo encontramos en estos versos que escapan a la inconexa estructura de sus textos hermanos. Y a pesar de que el trato del tema y la forma no esté del todo trabajada, aquí habitan las fibras más mesuradas del autor. Este apunte no aspira a ser gratuito, pues ritmos ligeros y relativamente nítidos se perfilan para entremezclarse con una densidad de adjetivos indiscriminados, sinestesias desorbitadas y desmesurados oxímoron que quitan precisión y terminan si no por ahogar el poema, le prodigan asma que requiere el desfibrilador de una lectura que los reaviva más por la teoría del lector que por ingenio del autor.
   
Yo salvaría tres poemas. “CONOCER EL DÍA”, por su valentía formalista, cargada de una fuerza y tema que es presentimiento de vivaz uso del lenguaje. “Rueda/ (rueda)/espacio/ rueda la inmensidad /descuartizando segundos –insanos–/(Rueda) r u e d a/ Vuela / gira, (gira)/ espacio infinito de cerebros alterados/ inmortales suicidas, temerosos/ ¿Sueñas?”. "INSTERTICIO", de fornidas palabras que trabajan indómita introspección y voluntad, además de musical verbo: "Asolado en el desierto te busco en los espejos/ y te aclamo en las llamas que incineran el deceso/ Necesito que tu tacto acaricie envilecidos pensamientos. / Necesito oír el consuelo y no estar muerto en la memoria". Y finalmente “ME DETENGO LUEGO PROSIGO”, enérgica voz que da cuenta de un yo poético con los ojos bien abiertos, menos lacrimoso y como nunca, tenaz: “¿Qué me diferencia de ti?/ ¿La piel? /¿Los zapatos de otro color? /¿Mis palabras?/ ¿Mi entendimiento?/ ¿La razón?/ Todo es distinto, finalmente i g u a l.” Repaso estos versos, y es difícil no creer que otro es el poeta. Tal vez sea el presentimiento de un próximo Augusto Aníbal Toledo menos angustiado y distímico; más irreverente y audaz. No soy de dar consejos, pero ya que estamos, sugiero que deje en el olvido esos poemas adolescentes (del verbo adolecer), que pertenece a épocas creativas de hace años, y empiece hablarle cara a cara a la vida con textos de su presente.

sábado, 22 de septiembre de 2018

“RESPIRAR” DE JULIO BARCO




Existe un grupo de poetas herederos del mejor axioma horazeriano y su poema integral: “Sólo una poesía que integre y totalice puede incorporar y ofrecer un válido registro de la experiencia de este tiempo sacudido por todo tipo de conmociones”. Son poetas que continúan el imperativo del Verástegui de “En los extramuros del mundo”, el Pimentel de “Ave Soul”, y el Ramírez de “Un par de vueltas por la realidad”. No es difícil encontrar una actualización de esta poética fuertemente mixturada en un elemento gramatical que sigue haciéndole caras a las estructuras de la sociedad, no sabemos si consciente o inconscientemente, en diáfana crítica. Puede que esto no sea más que una concesión a la moda, o una seria certeza que delinearía el campo de acción y la conciencia social que algunos tienen, lejos de otras vertientes que hacen poesía de la poesía, o poesía del lenguaje como divertimento. En esta veta de poetas muy conscientes de su tradición se inscribe Julio Barco, nutriéndose del espectro de la poesía lúcida y viva, con aciertos y excesos, que señalan el múltiple estro de la joven poesía peruana.

En “Respirar” (La Chimba, 2018), la escritura de Julio Barco recuerda la literatura de las calles, el lente filmográfico que revela la poética de la inka cola en un chifa luego de hacerle el amor a una ex, o la escritura de una carta de amor en una cabina de internet donde niños ratas dotean. Su poética expresa el conflicto poesía vs urbe, espacio o punto de encuentro que resulta vorágine, pues devora todo a su paso, transformando lo simbólico de la ciudad en un imaginario de la individualidad que frisa el solipsismo En este movimiento, Julio Barco se reconoce un sujeto marginal. El yo poético configura un personaje de suburbio que positiviza su día a día mediante un flujo de conciencia bien anclado en el presente, sin temas previos que desarrollar, más que su propia percepción, siempre inmediatista.

Los poemas de Julio Barco no tienen causas ni temas previamente esbozados. Su poesía es la articulación del sujeto únicamente con los significantes más que los significados. Sus interlocutores se cuentan con los dedos de las manos: su yo especular, quien se observa como el aeda de estos tiempos, que bien podría resultar el ángel de la escritura que es la naturaleza misma de las cosas; las amantes, representadas por su deseo, que es energía libinidal organizando su mundo poético y subjetividad; y algunos espectros que son invocados como simbolizaciones de su otredad. De esta manera su poética es revelación y autoconocimiento, en medio de la rutina limeña en su variante chicha, lejos de los idílicos espacios llenos de rococó y aristocráticas maneras de existir. Lo excluido y marginado hace una lírica de su no todo, la otra cara de lo que no es, y de la cual extrae estricta identidad.

Un acercamiento a la composición poética en “Respirar” lo podemos encontrar si utilizamos tres vectores que miden lo que podemos llamar  fuerzas estructurantes: logos, pathos y eros. En este volumen de poesía la mayoría de poemas combina esta tríada con monólogos verborrágicos que hacen preguntas y metacognición sobre la existencia humana y sus alrededores; ese punto de inflexión en que diferenciamos el adentro del afuera, que mezcla logos (conocimiento) y pathos (padecimiento), siempre dirigidos por el eros (deseo y goce). Esta manera de organizar los poemas en inusual automatismo, lo podemos ver en “I SEE YOUR FACE BEFORE ME”, que empieza dirigiéndose al objeto de deseo: “Una hippie argentina/Frente a los autos detenidos/& el tráfico: su dulce cabellera parpadeante.”, para luego reflexionar tomándola como punto de referencia de sus malestares: “Amo a las niñas, los árboles, las veredas/ mis sucios zapatos y les canto./ Y estoy solitario por Tayacaja buscando/ la hilarosada del atardecer, lo más intenso/ Es explorarnos, ubicarnos/ en el eje de nuestra desnudez.”

Sin embargo, no todos los poemas dosifican de forma equilibrada esta tríada. Gran parte de los poemas son frenéticos ejercicios de escritura automática, verborréica, dando como saldo poemas que inician bien, poemas que fluyen y que se desbordan en ritmo vertiginosos sin redondear su causa y medida, arremetiendo únicamente los voltajes de la creación, caballo desbocado, donde sólo importa la resemantización en pro de un imaginario que dota al autor de estricta identidad o self. Poemas como “It never entered my mind”, “I want to talk about you”, “Don’t blame me” que son parte del primer grupo de poemas, sostienen la estructura triádica arriba mencionada, el deseo dando paso al conocimiento y el padecimiento, que es motivo para tocar temas como el sentido de la escritura, la relación yo/lenguaje, el complejo de identidad, la realidad resemantizada, los valores y emociones humanos en todos sus colores. Todo entra en ese motor de la escritura que es “Respirar”.

Si hay que elegir poemas que representan este momento poético de Julio Barco, elijo “& MENTE FLUYE TEJE & TEJE FLUYE MENTE F L O R E C I E N D O”, “C R U Z A N D O O UN ABISMO CON TU NOMBRE DE SOLAPA EN EL CORAZÓN”, y “A MI BRO ALEX”, de breve y por lo tanto menos ampulosa estructura, con un manejo circular y temático que hacen digerible una lectura plácida para quien quiera acercarse a la portentosa poética de este autor limeño. Nuevamente en estos poemas encontramos en primer plano el deseo y goce del autor, y como fondo la ciudad con toda su flora y fauna que dota de contexto y sentido a la peculiar experiencia de vivir la poesía en tiempos donde lo simbólico (leyes, normas) censura y castra a lo imaginario (el yo). Por este hecho, la poesía se nos aproxima no como una vía de escape, sino como un estilo de vida, cuyo lenguaje crea anticuerpos frente a la aplastante realidad donde la voz del poeta no se pierde sino organiza la experiencia de los sujetos.

El poeta dice: “Los globos coralinos de los chifas oscilan/ Sirven en platos blancos los wantanes – la tele proyecta noticias/ & todos nos perdemos & somos caos en el juego de las máscaras”, retratando el medio de donde nace su discurso, para luego protestar el pathos que lleva dentro mediante el logos: “y yo sé que todo esto nos destruye/ y nos ata/ Todo es una ciudad- una ciudad infectada y también es mi cuerpo/ Y mi lengua” (IT NEVER ENTERED MY MIND); actitud que le rescata de la psicosis, pues el poeta nombra lo que no puede ser nombrado. No experimenta el lenguaje como otredad o sentido oculto. “Mi verso lo escribo/ Porque Susana, la vecina, nos compró un panetón/ y Molina –viudo adusto- me vendió arroz a 1.20 el medio kilo./ Solo así entiendo el verso/ No me encierro con locos/ A contarme leyendas/ No me importa la teoría del poema/ ni corregir para que me quieran más.” (“C R U Z A N D O O UN ABISMO CON TU NOMBRE DE SOLAPA EN EL CORAZÓN”). Actitud iconoclasta que demuele los templos de la poesía peruana.

Mi conclusión es que hay una filosofía de la poesía en Julio Barco, que es perceptible para quien no canoniza maniqueamente lo bueno de lo malo en materia poética sino para aquellos que ven en la poesía pensamiento salvaje, psicoterapia alquímica, política subversiva. Es lo que veo en su actitud poética, que flota y proyecta entrelíneas la energía del sujeto que se reafirma en sí, no por una causa social, no por un ideal antropológico, sino por un individualismo anarquista que está en comunión con los elementos que lo configuran. A mí me parece que este autor no es de esos poetas que hacen currículum o trayectoria literaria para aspirar a algún cargo de la burocracia cultural. Julio Barco es un bárbaro que espera las trompetas de un apocalipsis que busca un nuevo orden. Su obra apunta a un fenómeno que supera y escapa las tediosas formas del libro para volver a sus fuentes: la vida misma. Su poesía te dispara a las calles, a la realidad peruana, al simple estar vivo y su esplín en todos sus matices. Que el público decida si estos poemas tienen alguna utilidad y si merecen sobrevivir al tiempo. Yo prefiero al lenguaje como herramienta, arma y hogar.

Tacna, setiembre 2018







viernes, 7 de septiembre de 2018

“YEGUAS DEL KILIMANJARO” DE ROLANDO MARTÍNEZ



Si alguien pensó alguna vez poetizar el porno, definitivamente jamás lo habría hecho como Rolando Martínez, cuyo libro “Yeguas del Kilimanjaro” (Pez espiral, 2018), es una oportunidad para utilizar iconografía pornográfica y mixturarlo con preocupaciones íntimas. El flujo del tiempo, los fenómenos geográficos y el sentido de la escritura, todo entra en un ejercicio reflexivo que se envuelve con terminología triple equis, dando como saldo piezas poéticas balanceadas que no devienen en abstrusas formas de dialogar con la sexualidad propia y ajena, sino por el contrario, con una sensibilidad sofisticada, que dosifica y filtra cuotas elementales de erotismo, esbozando poemas que diseccionan la conciencia nostálgica y lujuriosa, en una suerte de trabajo que termina siendo una estética del pornófilo. Puede que las estrellas del porno como tema resulte un mero pretexto para desarrollar intereses del autor, pero la fineza para incrustar preciosas gemas adheridas al brillante tema del culto a las pornstar, hace de este poemario una excelente propuesta. En una preciosa edición conocida como libro objeto, la editorial Pez espiral apuesta por este tomo de poemas que es presentada  como cinta de VHS, invitándonos a un viaje en el tiempo.

Hay nostalgia, memoria y reflexión en “Yeguas del Kilimanjaro”. No es la típica escritura sobre tetas, culos y penetración, no es solamente la cartografía deseante de un varón heterosexual. Tampoco es mera masturbación, voyerismo o cunnilingus. Es un flujo de conciencia revelando la inusual textura de un sustantivo: mujeres de carne y hueso elevadas al estatus de estética y ontología, que dan como resultado una perspectiva que rinde culto al arte del cine triple equis de los 80’s, fraguado en la anécdota del autor, o del personaje y su perfil pornófilo.  Con un lenguaje fílmico, a ratos impersonal, prosaico, poemático, su escritura ensaya pedagogía de la pornografía, y a la vez es data de autobiografía. Si le hacemos un zoom a los poemas, y leemos entre líneas las intenciones del autor, está claro que el libro se convierte en una semántica del pornófilo y su estructura deseante que toma formas pseudointelectuales para expresar su admiración o filia. Por ejemplo, enumerar nombres de actrices porno, repasar sus atributos, compararlos a fenómenos climáticos, desastres naturales y elementos de la botánica y la zoología. Y hasta acompañarlos de narrativas con personajes históricos de la literatura (Rimbaud), religión (El Papa) y hechos históricos (Muro de Berlín o Chernobyl), seguidos de anécdotas personales.


En esta veta de poemas se observan cuatro filigranas que constituyen cada poema, y que podemos organizarlas para revisar cómo Rolando Martínez monta su cosmogonía pornográfica que es bella constelación. En primer lugar estarían los poemas que sitúan contextualmente e irrumpen con su propia historicidad. En algo que llamo historización de la pornografía, vemos la intención de introducir el discurso pornográfico en el flujo de la historia,  como en estos fragmentos:  El año en que el Papa Juan Pablo Segundo/ respiró la sed del continente nuevo/ Dios mío, ella enseñó sus pies desnudos, en Surrender in Paradise / ella lo hizo con Tom Byron/ Jerry Butler/ y un lechero Peter North (de GINGER LYNN); “El tsunami que afectó a Sendai/ dejó tantos muertos como letras que se acoplan/ bajo el horizonte.” (de TORI WELLES);  “Hay quienes imaginaron/ el accidente de Chernobyl/ cual enorme y peligroso orgasmo./ Y quienes piensan, también/ en la caída del Muro de Berlín/ como un squirt misterioso. (de NINA HARTLEY). Y así otros ejemplos más, que señalan la irrupción de la industria pornográfica y sus íconos como avatares de la historia en el flujo convencional de la universalidad, eximiéndola de submundo para convertirse en manifestación cultural.


Otro espectro de fragmentos apuntan la variante lírica que incrusta metáforas sensoriales, que sirven para crear una atmósfera complaciente donde enmarcar la imagen de las pornstars, y a la vez señalar sofisticadamente sus atributos carnales como en: “Las cosas preciosas/ siempre buscan un lugar/ donde posar sus alas:/ la nieve/ las hojas/ el frío/ (los senos blancos –y enormes- de Christy Canyon) (de CHRISTY CANYON); o “La luz de toda una galaxia/ es capaz de penetrar/ la escasa forma de un televisor” (de MARILYN CHAMBERS); o “Pienso en sus pechos/ como lotos que flotan en el hielo/ pienso en esa configuración disforme:/ palabras, palabras/ un poco de piel sobre/ las glándulas mamarias/ para ocultar quizás lo único verdadero:/ dos pezones, dos amebas sucias/ que se erguían en el set.” (KANDI BARBOUR). O “Ella, india experta en la erosión/ bajo el ámbar de la incandescencia./ Gacela o mariposa de alquitrán/ estrella capaz de hacer la guerra/ a un ejército de coyas/ a una manada de bisontes/ a una legión de lunas que se yerguen/ en la oscuridad.” (de ARCADIA LAKE), textos que entrelazan una lírica que extrae de la astrología, biología y tecnología sus mejores imágenes para acompañar la exuberancia de las agasajadas.


De otro lado, se encuentra un tercer grupo de fragmentos construidos desde una metacognición de la escritura, llegando a comparar el texto fílmico de la pornografía a texto y experiencia literaria, como en los versos: “Sucede el espejo de la carne/ el sonido de la lenguaje retratando sobre el tiempo/ la palabra densidad”. (de A UNA ACTRIZ ANÓNIMA); o “Porque al fin y al cabo su sexo/ fue también literatura.” (…) “Candie Evans  en escena escribía poemas/ y yo en estos versos/ tan solo una fugaz pornografía.” (de CANDIE EVANS). O “Alguien decía ella es una sílaba cromada/ una palabra, una esquirla/ el verbo de un cetáceo/ varado en el campo semántico/ de las prohibiciones.” (TRACI LORDS); o finalmente “Algunas noches mientras gime y en el aire/ flotan los resabios de su lengua/ escribo sin embargo/ porque un poema es una pequeña jaula/ repleta de canarios/ un trazo de cinta magnética/ donde las palabras/ intentan desnudarla/ y poseerla.” (de STACEY DONOVAN), textos que elaboran concepción metapoética llegando a hibridar sinestesias que descentran la percepción del pornófilo, y a la vez son ensayo esquizofrénico de escritura que compara el cuerpo con las palabras o ideas, en extraña y creativa caterva de versos.


Finalmente en un último grupo se encuentran versos que indican  suerte de pedagogía pornófila, o anecdotario como semblanza de vidas trágicas con aire a heroísmo que el autor observa en su pléyade de estrellas porno, combinando el ejercicio de historización apuntada más arriba. Esto lo vemos en: “Nótese: la imagen está en blanco y negro/ analogía perfecta de quien fuese protagonista/ de la primera escena interracial/ del cine triple equis”. (de MARILYN CHAMBERS), o “En una entrevista dijo que Chuck Traynor/ la obligó a inyectarse los pechos/ y la silicona le heredó tumores/ en sus belos menudos bungalows. (…) “Otra vez dijo así:/ Los chicos americanos / quieren que se las chupen/ y yo vivo en América./ ¡viva el sueño americano” (…) “Ella sobrevivió:/ 1) a la xylocaína/ 2) al presidente Nixon/ 3) a una fulminante hepatitis B/ 4) a la prostitución/ 5) al feminismo/ 6) a putazos como Chuck Traynor y Al Goldstein. (de LINDA LOVELACE). Esta veta quizá sea la menos agraciada, pues el lenguaje renuncia a su influjo poético para ser mera nota de pie de página injertada como pieza intelectual, que finalmente llega a oxigenar los textos, dándoles un aire que no concentra los versos en mera lírica, formalismo o retórica.

Una vez repasado estas visibles filigranas que componen la estructura de gran parte de los poemas, concluyo que el logro de Rolando Martínez en este libro, no es explotar irracionalmente la manera facilista de dejarse llevar por lo evidente en un tema que no requeriría mayor esfuerzo que apuntar los atributos de la carne y su placer consecuente; si no el tesón de medir y balancear los cuatro tipos de fragmentos que se combinan a lo largo y ancho del libro, y la conceptualización del mismo. Esto brinda fuerza y riqueza la experiencia de leer “Yeguas del Kilimanjaro”, libro integral que reúne temática afín y no caótica miscelánea. Si me lo preguntan, los poemas más logrados los encuentro en “Ginger Lynn”, “Nina Hartley”, “Christy Canyon”, “Stacey Donovan”, “Linda Lovelace” y “Arcadia Lake”, auténticos poemas que equilibran datos históricos, referencias a la cultura pop, lírica naturalista, descripción erótica, y autobiografía; que no se convierte en fórmula repetitiva con lo que solo desgastaría la propuesta de este libro. El resto de poemas son desbordantes ejercicios que no superan el formalismo y se quedan en curiosas piezas que de todas maneras son agradables de repasar.

Tacna, Setiembre 2018




lunes, 3 de septiembre de 2018

“GAVRILO Y LOS OFICIOS HOSTILES” DE MARIO CARAZAS




Para Mario Carazas, la poesía es un duro oficio terrenal, perteneciente no a poetas-dioses o poetas-profetas de alguna clase de religión heterodoxa que trascienda al hombre a alguna clase de suprarrealidad. Su poesía desciende hasta los paraderos y moteles, cruzando por las plazas llenas de gentes y largas colas de bancos. Esto nos lo hace saber en su poemario “Gavrilo y los oficios hostiles” (Cuadernos del Sur, 2007), tomo de poesía que reúne una cosecha de textos escritos dinámicamente, con un verso libre intuitivamente medido, lenguaje anti-metafísico, y de temas variados que le hablan a la madre, al deseo, a sí mismo, a su oficio y tradición, y finalmente, a la sociedad o mundo en todas sus incoherencias e injusticias, pues Carazas, a través de su personaje Gavrilo, nos enseña una política del yo eminentemente ácrata. Personalmente veo en este su primer poemario una especie de muda de piel que el hombre hace cuando se ha visto superado por sí mismo. Veamos.

Gran parte de los poemas de este libro sobreviven a una curiosa taxonomía. Por sus temáticas, hay un buen manojo de poemas que versan sobre el yo y explora sus significantes, como en “La vida del buscaempleos llamado Gavrilo”, o “Siendo un pez de poca monta”, o “No se desvanecen las aves en el aire”, poemas biográficos y precisos que sitúan el contexto constitutivo que rodea la existencia del yo poético. Un ser que relincha ante el desempleo, la crisis y su filosofía consecuente. Es interesante la inclusión de objetos de uso cotidiano en su poética, como por ejemplo el sachet, corbatas, pote, sticker, etcétera, que son utilizados no como cosas, sino como metáforas objetales para no olvidarnos que estamos dentro de la urbe, y no algún espacio astral. Otro racimo de poemas tocan el tema del deseo y el erotismo en su variante heterosexual y dominante. Poemas como “Poema para ligar”, “Esa noche no pactaríamos misticismo” o “Cuando mi tacto progrese bajo tu falda”, se olvidan del amor como tema, o resumen el mismo a deseo y sexualidad.

Un tercer grupo reflexiona o procede a hacer autocrítica sobre el oficio de poeta y su tradición, como en “La poesía no desviste”, “Ars”, “Apunta poeta”, “Gavrilo invoca a Tántalo”, poemas menos logrados por un uso ampuloso y redundante. Y un cuarto grupo más numeroso por ser misceláneo. Aquí podemos reunir los poemas de temas variados donde le habla a su ciudad, Tacna, en poemas como “Tacna H.”, y “Vivo errante”, de impreciso y amplio verso sobre la mediocridad y las estructuras sociales que lo arruinan todo. También encontramos poemas como “Hay quienes fueron tocados dócilmente”, “Zumo a tu vida” o “La íntima sombra que proyectas”, donde Carazas configura y hace radiografía a su otro, eterno católico, de fe monotemática, y al cual, como Sade, echa la culpa de sus desgracias. Además podemos encontrar poemas como “Madre”, ejercicio contra la familia y su sombra, o escritos como “Malcolm X” o “El vuelo del abejorro”, donde utiliza sutiles referencias como temas para proyectar reflexiones íntimas sobre la soledad y la injusticia.

Pienso en este “Gavrilo y sus oficios hostiles” como la resistencia a su alter ego ya introducido en la estadística y programas sociales. El hombre salvaje, en el buen sentido, el hombre libre de toda atadura, que se resiste al horrible corsé del sistema en todos sus tentáculos lamiéndole la cara. Sin duda, es un libro que refleja el despertar de un poeta en medio de los cláxones del tráfico y los gritos de comerciantes.  Y al parecer, la única manera de sobrevivir a ese maremágnum de consumo y producción, es el canto que resignifica o nombra las cosas por su nombre. Por eso el tono refranesco, introspectivo, altamente reactivo y hostil al credo del peruano y sus peruanadas. Por ello, creo que la poética de Mario Carazas en este libro es prometedora y necesaria, ya que importa a la poesía el estilo no del arte por el arte, sino la estética de la lucha , a través de un yo dialogante en contra de todo lo que quiera normalizarlo. Aunque el libro es irregular y de una escritura inestable, un buen número de poemas logrados, y versos dispares de otros poemas, son prueba de un buen inicio del poeta como poeta.

Yo me quedo con los poemas que son biografía crítica, ya que asumen el tema nietzscheano de la afirmación del sujeto. Poemas como “Sentado en una plazuela olvidadiza” son prueba del mejor manejo del verso en este libro, y será todo un clásico en todas las antologías del poeta, al menos, como poema representativo e iniciático. “Sentado en una plazuela olvidadiza/ donde pensar en el mar/ no es entenderlo/ y dar la hora/ no es explicar.”, son versos como este los que muestran a un poeta que salta de lo cotidiano a lo trascendental mediante un uso del lenguaje que convierte a los opuestos en complementos, como el tema de la ciudad y la naturaleza (plazuela/mar). Mi conclusión es que no todo el libro es digerible. Lamentablemente, pese a algunos buenos poemas, redondos y nítidos, la gran mayoría de textos tienen chispazos de buena poesía, y el resto son enumeraciones semánticas, lugares comunes que repasar, y ejercicios verbales que no llegan a la proporción aurea de sus otros poemas. Con todo esto, "Gavrilo y sus oficios hostiles" es un libro regular para empezar a leer a Mario Carazas aunque yo solo salvaría un puñado de poemas.

viernes, 10 de noviembre de 2017

"POESÍA EN TACNA" DE SEGUNDO CANCINO


No escasean las antologías de poesía en Tacna, pero tampoco es que abunden. Las pocas que circulan desarrollan, comprensiblemente, criterios incompletos. Como por ejemplo: ceñirse solo a una generación, antologar a un puñado de autores favoritos, fotografiar el presente poético con los autores de turno, o mostrar el proceso evolutivo de la poesía tacneña a lo largo y ancho de la historia. En esta última vertiente es que se enmarca la ambiciosa antología publicada por Segundo Cancino, poeta y profesor cuya obra es de incalculable valor. “Poesía en Tacna (selección y notas)” (Cuadernos del Sur, 2017), se ha convertido en el hermano mayor de toda antología poética hasta el momento. Nada tienen que ver sus 208 páginas, o su edición impecable con su afamado ingreso a los hitos de la historia. Lo que lo hace admirable son sus criterios, intenciones y contenidos que el libro expele desde que lo abrimos. Más que una simple acumulación de poetas harto conocidos y otros no tanto, el tomo es un breve y necesario estudio de la poesía tacneña. Con un texto introductorio, notas biográficas, poemas representativos de cada autor y época, y bibliografía que explora la producción poética en un período que va desde las últimas décadas del siglo XIX, pasando por el siglo XX, hasta las primeras décadas del siglo XXI, revisemos los puntos fuertes y flacos de esta edición.

Destaco los logros de este súmmum, pues incorpora a autores no conocidos tanto para estudiosos y lectores asiduos. Es así que poetas de peso como Carlos Gonzales Marín o Hugo Salazar de Alcázar entran al partenón de la trascendencia poética tacneña, si ésta última vale la pena. Además de eso, la antología es oportunidad para que creadores menores y los jóvenes se hagan conocer, dando como resultado un atrevido contraste entre los poetas ya consagrados de Tacna, los raros y desconocidos, y finalmente los nuevos que prosiguen con el duro y placentero trajín de la creación poética. Todo esto hace que el lector se arroje a un viaje que no termina en naufragio, sino en puerto seguro que cada cual prefiera. Pues el libro reúne escritos de diferente raigambre, como para que el lector, cual si paseara su carrito de compras en el supermercado, elija a sus favoritos y haga su personal constelación. Por ejemplo, yo favorezco las lecturas de cabecera con poetas como Guido Fernández de Córdova, Carlos Gonzales Marín, Hugo Salazar del Alcázar, Juan Gonzalo Rose, Giovanna Pollarolo, Mario Carazas y Yesebell  Sechar Velazco. Esto es posible ya que la edición reúne a afamados y ninguneados por las instituciones  e industrias de la localidad tacneña, puesto que  como nunca, se puede ver brillar, unos más luminiscentes que otros, esta amplia pléyade que  imprime con justicia el espacio rico y creativo de la poesía tacneña, que nada tiene que envidiar a otras ciudades más grandes y pobladas.

Y si de hacer balance objetivo se trata, hay que anunciar que la obra no es definitiva, y está abierta al continuum de otras ediciones que completen lo que esta obra sugiere. Por ejemplo, hay autores, que sin pegar el grito, merecen estar en esta obra, descontando la propia omisión que se hace el autor, Segundo Cancino, pues tal como dictan las leyes, este no debe antologarse por parecer ejercicio indecorosamente subjetivo, cosa que podemos saltarnos, pues el poeta merece estar no en esta si no en todas las antologías de poesía tacneña por su poesía, su trabajo erudito, y su gestión cultural al promover sendos espacios de flujo literario. De las omisiones, que estoy seguro no se deben a improperios y prejuicios, están algunos nombres que quizá no llegaron al autor, al escasear la comunicación entre los mismos poetas o al faltar redes que informan las rizomáticos senderos de la edición. Algunos de ellos, y no es solo por meter nombres, sino por ser representantes de etapas y grupúsculos que aportar al grueso expresivo de la poesía tacneña, son Antonio García Calizaya o Sabino Maquera, para señalar algunos de trayectoria iconoclasta, y otros como los más jóvenes, entre ellos, Enrique Cuautli o Cher Santiago de reciente aparición. Sin embargo, hay que recordar que el propio Cancino es consciente de estas omisiones, como lo advierte en su introducción: “no tuve acceso a ellos o a que la miopía que padezco, me ha jugado una mala pasada.”

De otro lado, Segundo Cancino siempre me ha parecido, sino brillante, al menos erudito y parco en su escritura. Algo que a veces pongo entre comillas cuando se trata de excesos o negligencias menores pero que de todas maneras indican desajustes en sus criterios. Tal vez se deba a los apuros que cualquier profesor carga por la falta de tiempo, cosa que le haría abalanzarse contra sí mismo. Yo veo, si se me permite hacerle más observaciones, la desequilibrada muestra que le hace a algunos autores, como el caso de Juan Gonzalo Rose,  quien, más allá de antologarlo polémicamente junto a Giovanna Pollarolo, por el conflicto nacimiento/desarrollo, es el excesivo y acrítico espacio que se le da poniendo poemas que reflejan un mismo momento. Está claro que la antología quiere coger los poemas representativos de cada momento y libro de los autores, y a la vez hacer lo mismo hablando de movimientos literarios y generaciones. Pero a ratos, la muestra no obedece a este criterio, y si lo hace, exagera al centrarse en los autores más comerciales, harto conocidos y repetitivos, cuando el criterio de dar a conocer a  los poetas menores, desconocidos y nuevos es dejado en segundo plano. Esto hace que haya cierto desequilibrio, aunque no entra en la categoría del pecado, pues en la gran mayoría de autores, hay muestra equilibrada y justa. Otro de los criterios poco trabajados, es la mera descripción, fría y sesuda de los movimientos literarios, resumiendo su estudio a precisa acumulación de datos históricos y fechas, dejando de lado la valoración literaria. Todo esto no hace más que indicar que la obra esté abierta a ser perfectible.

Para terminar, esta antología o muestra me ha gustado y entra en la categoría de lo correcto por las razones arriba mencionadas, y pese a las observaciones minúsculas, sobre todo al escasear antologías monumentales y sobrar antologías con defectuosos criterios. Me atrevo a soltar unas conclusiones para finalizar mi balance sobre este texto. 1) La poesía tacneña se hace legible desde Carlos Gonzales Marín por el manejo del lenguaje que se adapta a las necesidades temáticas y sintácticas del lector de hoy; 2) La poesía del cautiverio y la anterior al vanguardismo, cada vez se hace menos legible y ampulosa para las necesidades del lector que busca algo más que métrica y retórica; 3) la evolución de los contenidos racionales y emocionales se observan en perspectiva histórica desde los temas tratados por Barreto, románticos e idealistas; hasta los poetas de la actualidad, menos románticos y más nihilistas; 4)hay poetas para todos los gustos si es que es cierta la magia de acompañarse por voces que uno elige y así sentir el poder de la poesía en todas sus manifestaciones; 5) hay autores que el paso del tiempo no les favorece,  y se vuelven abstrusos y anticuados, y ninguna luz les ilumina salvo la lámpara que el arqueólogo le prende a sus momias; 6) la poesía tacneña tiene voces masculinas y femeninas de calidad; ya sean jóvenes o mayores, Tacna expele vitalidad y todo la acuarela de emociones y razones; 7) la poesía tacneña, como toda poesía como entelequia, no ha muerto, sigue recreándose hasta evolucionar en sutiles  y bellas felicidades de existencia. 8) la poesía en Tacna es vestigio de libertad,  de desarrollo emocional, intelectual, y espiritual.

Tacna, 2017