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viernes, 22 de diciembre de 2017

TOMÁS ANGULO Y LA PSICOLOGÍA COMO ESPECTÁCULO



Resulta bizarro plantear a Tomas Ángulo como el adalid trucho de un movimiento que haría llegar la psicología a las masas, vía televisión o libros de autoayuda. Para muchos, este sujeto más cercano a un personaje de telecomedia, es el típico ejemplo de las personas que se venden a la televisión por dinero, fama y poder, de modo que la psicología (si psicología es) de Tomas Angulo ha pasado a ser una alternativa de pseudoanalisis, predicción y crítica a los métodos astrológicos, tarotistas y chamanísticos que día tras día comentan el comportamiento de Chollywood. Quizá con Tomas Angulo estamos hablando de un adagio que la psicología barata hará en la televisón acaparando todas las pantallas, anunciando de este modo el fin de las parapsicologías.

Quien conoce un poquito de psicología, sabe que los sofismas que Tomas Angulo suelta en entrevistas, intervenciones de espectáculos, libros de autoayuda y stand ups, no son más que pequeñas pastillas de psicología popular que difícilmente exploran el grueso profundamente téorico de la psicología como ciencia aplicada. La psicología que Tomas Angulo divulga, es un producto enlatado made in china, un fastfood que más que proveer nutrientes, tiende a solamente endulzar el paladar y llenar de tejido adiposo las vías sangúineas del seso. Basta con ver el material escrementicio de su bibliografía liliputiense, donde no solo se niega la psicología aplicada, sino que también se la cholifica, volviéndosela así una psicología de barrio, con calle, como dirían los antropólogos urbanófilos.

En su segunda visita a Tacna, Tomás Angulo, reconfirma su séquito de seguidores ansiosos por sonsacarse una risa a costa de proyectarse en las piruetas escénicas y frases incompletas que propone, pleno de verdades a medias que ensaya y salpica al público. Al parecer, para satisfacer a un público ávido de espectáculo y educación, a Thomas Angulo solo le hace falta verter en una licuadora un puñado de enunciados sobre neuroquímica hormonal, conducta de pareja, moralina cascarrabia, palabras soeces, piruetas corporales, y un rostro que tiene como fondo “la vida es un carnaval”. Con esto “llega” a la gente para hacer que rebalse de risa y jerigonza. Ni qué decir del uso indiscriminado de estereotipos excluyentes tanto del varón como la mujer.

Y es que desde siempre el amor (que es un proceso psicológico más con base neuroquímica), ha sido un negocio, y por lo tanto, la psicología del amor, no puede dejar de serlo, debido a una ingenua demanda del público que todavía se traga obligatoriamente los metarrelatos de un final feliz basado en la pareja ideal. Para ello basta proponer que la risa que resulta del contacto con el uso humorístico de caricaturas y viñetas maritales, provoca efectos terapéuticos en esas parejas que han sido estafadas con el cuento del matrimonio por amor. De esta manera opera el artilugio que convoca a unos cientos de personas que compran boletos para acudir no al psicólogo de las relaciones de pareja, sino al personaje que aparece en televisión, y que dice cosas chéveres y graciosas.

Independientemente de que la risoterapia grupal que Tomas Angulo propone agotando un humor muy peruano consistente en soltar de cuando un mierda o carajo, usando gestualidad sardónica y caricaturizando viñetas maritales que producen el “hey, eso me pasa a mí, yo lo hago”, independientemente de esto, sería difícil precisar si se logra producir un insight en el púbico. Lo que si es seguro es que la risa peruana, que es la más fácil de producir (por razones psicodinámicas) aflora y ennublece la visión. Lo más probable es que en el Perú la psicología se está empezando a consumir más como un espectáculo que una aplicación terapéutica.


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