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viernes, 22 de diciembre de 2017

ME LLEGA AL PYNCHO LA PAISANA JACINTA




El problema de que la Paisana Jacinta esté en cines, es que ha rebasado el don de la conchudez. La industria que alimenta la fetichización de productos que avivan el seso a los drogodependientes de la estupidez ha ido lejos. La paisana Jacinta en las pantallas grandes, lejos de ser un asunto de menor importancia, es un síntoma de nuestros tiempos, en el que productos no-estéticos y altamente lucrativos que hacen uso del chiste fácil, siguen aumentando de ceros sus cuentas bancarias a costa de un daño colateral, la perpetuación de un humor que maltrata de forma latente y manifiesta.

Por más que la Paisana Jacinta se vista de tufillos morales, pro-estéticos, o artilugio de entretenimiento, estos no sirven más que de coartada para que debajo del telón, revele su auténtico modus operandi, el de ser un producto destinado a lucrar por sobre toda intención. Basado en un mecanismo de acción que es utilizado en este país desde hace décadas: la caricatura mordaz; que en su sesgo lástima psicológica y culturalmente a unos, y a otros refuerza y perpetua un patrón de conducta, no solo un racismo microscópico, sino un (y no exagero) separatismo implícito.

No es casualidad que en la televisión peruana y en las producciones fílmicas tipo serie Z, muchos “artistas” se hayan dedicado por casi medio siglo a la caricatura mordaz de las mujeres andinas con el único objeto de promover la risa sardónica por medio de la exageración de rasgos y apariencia psicológicos y físicos. Para muestra un botón, uno de los iniciadores de este caricaturismo mordaz, es el personaje creado en los 80’s por Guillermo Rossini, la Chola Eduviges, la del “culantro limpiecito y fresquito”, quien usando un lenguaje ambivalente contaba chistes de tono comprensible para el público adulto.

El punto es, con la polémica desatada de la Paisana Jacinta en cines, la gente tiene una oportunidad de comprender por qué que un humor que promueven personajes como el negro mama, la paisana Jacinta, y otros, basado en la mofa de rasgos personales de cultura que se alejan de la norma, solo conlleva a seguir invertebrando un país amorfo y para nada cohesionado,  al contrario, seguirá manteniendo frescas las fracturas no solo a nivel cultural, sino a nivel psicológico; en vista de que la polémica ha creado una línea imaginaria que separa a unos de otros, los que celebran el humor bizarro y a ratos insostenible de Jorge Benavides, y los que apelan a la reflexión y análisis conductual de prácticas que lastiman a grupos étnicos y resquebrajan la unidad pluricultural del país.

Solo queda decir una cosa más, en vano Jorge Benavides y su séquito de seguidores apelan a un victimismo artístico al argüir que se censura una liberal forma de engendrar entretenimiento para una masa de teledependientes ávidos de excretar una risa. La Paisana Jacinta, el Negro Mama y otros personajes que caricaturizan mordazmente a grupos étnicos, no son más que depósitos de basura que se llenan de una enfermiza y multitudinaria risa. De ninguna manera la aparición de la Paisana Jacinta en cines es un producto cultural, estético o de entretenimiento. Su único interés es la de vaciar los bolsillos a una población que ha crecido burlándose del otro a través de una exageración de rasgos y patrones culturales que son incapaces de comprender, y que por ello mismo se los rechaza. Típico y aberrante actitud. Nostalgia pura dirán otros.

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