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viernes, 1 de septiembre de 2017

SOBRE BOLOGNESI EN ARICA O, RAYOS, OTRA MISA BLANQUIRROJA



Hay mil maneras de desarrollar un tema cliché que raya entre el chauvinismo y la xenofobia de guerra. Definitivamente solo una de ellas es la manera correcta de hacerlo. Una sobria, parca y lúcida representación sin caer en el facilismo patriotero. Tal ha sido el estreno en Tacna de la obra teatral Bolognesi en Arica, del director Alfonso Alegría cuya representación dejó en claro cómo hacer un teatro simplista y minimalista que muestra los intestinos y demás órganos nobles.

La obra responde algunas preguntas, por ejemplo: ¿cómo hacer una obra histórica con tufillo pedagógico sin un gran vestuario, escenario y un mayor despliegue de actores? Sencillo: eliges un buen elenco experimentado de actores, y manejas muy bien los tiempos de ensayo que entraman solidez.

De modo que ahí tenemos, una obra madura y abusiva cuyos 4 años de estreno no son en vano. Los momentos de descordinación en los diálogos y fallos en la interpretación son mínimos, que casi, digo casi, parecieran formar parte del guión. La maestría en el manejo de los errores casi imperceptibles, son reducidos al margen decimal. Del mismo modo el drama desarrollado deja en segundo plano el montaje y la puesta de escena, así como el vestuario, la iluminación y los sonidos, todos ellos reducidos a su mínima expresión dejando como único protagonista la dialéctica entre el hombre y su destino.

La obra tuvo un inicio tímido por parte de los actores a quienes les costó un poco de tiempo meterse en la piel de los personajes. El guión ayuda bastante. Diálogos y líneas perfectamente ensamblados que dotan a la obra una progresiva tensión dramática, una parábola que describe ese tempo dramática con una precisión similar a las leyes de Newton. El punto débil de la obra ha sido un uso indiscriminado de efectismos como la escena de los títeres que evoca un humor fácil, o las intervenciones intrusivas y repentinas de los actores en medio el público, y hasta la dependencia de mostrar en todo momento los símbolos patrios para lograr la empatía del público.

No hay que olvidar que la obra se pronuncia con un tema que cala hondo en el imaginario social, la Arica sitiada por la traición peruana y la amenaza chilena, liderada por ese guia cuasi espiritual en guerra consigo mismo y el resto del mundo, Francisco Bolognesi. Tópico que inocula una predecible aceptación debido a que toca fibras que han sido condicionadas desde temprana edad: el amor incondicional e irracional a la patria. Todo ello coronado por un giro ideológico que dota a la obra aires de denuncia y revancha que también penetran y repenetran produciendo fáciles estados de ánimo.

No cabe duda que Bolognesi en Arica, para ponerle etiquetas, se enmarca en el teatro pedagógico, un teatro que más que apasionar al público, busca ilustrar por medio de las emociones, maniobrando en torno a temas claves, como si de heridas emocionales se tratase, que se vuelven a abrir para revivir traumas colectivos de un imaginario peruano asociado a la pérdida de la Guerra del Pacífico.

Debo destacar que lo que más me ha gustado de la obra es el drama filosófico que indirectamente propone Bolognesi en Arica, que se desarrolla más allá del cliché histórico y del chauvinismo emocional; un tema que le pertenece al viejo rollo de la libertad, un concepto de libertad entre la libertad sartreana (estamos condenados a ser libres) y la libertad frommiana (nos asusta y es difícil ser libres).

Me ha quedado claro que esta obra pertenece a la estirpe del brechtismo teatral, ese teatro comprometido por los absolutos patriotistas y revolucionarios, no digamos comunistas, sí emancipatorios cuando de perversiones políticas se trata.

Desde esta perspectiva, hay que aceptar que la obra se enmarca en un instrumentalismo del arte para no solo propagar sentimiento estético sino ideológico, sobre todo animando un espíritu revisionista y revanchista que aúna hechos del pasado para arrojar luces a la coyuntura actual.

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