CALIENTITAS

"5 METROS DE POESÍA" DE MIGUEL GUTTI

¿Es la obra de Miguel Gutti, “5 metros de poesía”, una interpretación, crítica o comentario a la personalidad y obra de Oquendo de Amat,...

LAS PREFERIDAS

viernes, 31 de agosto de 2018

“LA MADRE” ESTRENADA EN TACNA



“La pequeña compañía pujante” estrena una nueva obra en la ciudad de Tacna. Esta vez, nuestros quijotescos amigos, Lucho Ramírez, director, y Alizia Cuadros, actriz, nos presentan “La madre”, obra de la fallecida dramaturga peruana, Sara Joffré. La obra ha sido presentada en el rústico escenario de la Casa Laramamango, un jueves como fue ayer de Agosto. Con una nutrida audiencia, la obra nos muestra la decadencia de una actriz a la que conoceremos como La madre, quien pasa sus últimos días en escenarios deprimentes. Este único personaje de la obra, tal vez poseída por una demencia precoz o un delirium tremens, se pasa en el escenario recordando los días de su juventud como actriz de teatro, de cabaret, y de cuanto café bar o cantina se haya animado a contratar su exuberante talento. Parece que el personaje sirve de portal para revisar otros tiempos, realidades y contextos, pues al contrario de lo que sugiere el título de la obra: “La madre”, no habla sobre la maternidad, o al menos, no es una filosofía de la maternidad.

Veamos. La madre entra en escena, portando unos sonoros tacos y un vestido sensual, excesivamente maquillada, como solo las actrices viejas lo pueden hacer. Tal vez borracha y drogada, La madre no escatima en teatralizar su vida, como si no tuviese ningún argumento que contar, o como si estuviese cansada de tantos argumentos, se remite a narrar su pasado, a conjugarlo con su presente, pero nunca con su futuro, pues esa categoría la está vetada por obvias razones. La madre baila pornográficamente, sonríe, coquetea, dice incoherencias, habla con presencias fantasmales. No le tiembla la mano para interactuar con el público, e incluso lo invita a subir en escena para intimidarlo con su exuberancia. Acompañada de una divertida utilería, que incluyen cigarros, perchero, pelucas de neón, trajes y una botella de vino, se limita a jugar con todos ellos como signo de un talento que se le va acabando, pues en escena está claro que ya nada le funciona, o sencillamente ya nada tiene sentido, y ahí es donde empieza su tragedia.

Los pensamientos de La madre se le escapan o los suelta a voluntad, no lo podemos saber, pues el guion de la obra se lo permite. La madre alucina, delusiona. Creyéndose una gran actriz, una sui generis,  empieza a rememorar y contar cómo llegó a dónde está. Narra cómo vivió los 60’s, los 70’s, época en la que expandió su conciencia con la movida contracultural y hippie, seguido de la revolución sexual; para luego sugerirnos lo que vivió en los 80’s con los movimientos revolucionarios y el terrorismo de la época; y consecutivamente los 90’s, épocas de escasez, miseria y represión. Todo esto efímeramente sugerido y acompañado por efectos musicales que emulaban sirenas, música e imágenes de la época. También se dio tiempo de hacer un mea culpa respecto a su fracaso como madre, y sobre cómo eligió por sobre toda cosa, su carrera como actriz. Y es que el guion de la obra es una oportunidad para que repase los diversos contextos históricos que le tocó vivir, y su condición como ser humano a través de su maternidad*, actriz, alcohólica y vedette, etiquetas que configuran su humanidad en conflicto al final de su carrera y en tiempos difíciles.

Sin duda alguna la obra tiene una fuerte carga simbólica ya que toca un tema más que interesante, polémico y provocador. Y si tengo que cuestionar algo, es el guion, que me parece de contenido y desarrollo apresurado, o no muy bien estructurado, mostrando una trama no muy efectiva pese a los giros y sucesos en escena. Está claro que la obra quiere ser una crítica a la sociedad peruana de las últimas décadas a través de un delirante monólogo con un personaje decadente y altamente icónico como La madre, figura crucial que sirve de justificación para reunir en un solo epicentro varias realidades de nuestro país. Me gusta que la obra raye con el metateatro, rompiendo la cuarta pared, para hacer teatro del teatro. Sin embargo, la obra solo llega a sugerir lo que en realidad debería comunicar, y en todo caso, las referencias de las que hace uso se llegan a perder debido al poco tiempo y trabajo que se les da. A mí me parece que en su momento, la obra que fue estrenada en 1997 causó más impacto que ahora, debido a que en esos tiempos se vivía a flor de piel el represivo gobierno del dictador Fujimori, y los conflictos y tragedias sociales de la época. En cambio hoy, la obra puede ser considerada como anticuada, y es necesaria una actualización que renueve el guion, pues para mí, la obra no llega a ser contundente.

A Lucho Ramírez, el director, y a Alizia Cuadros, actriz que encarna a La madre, no puedo decirles nada, salvo celebrar su atrevimiento al elegir poner en escena una obra que logra entretener, y también a educar a través de la reflexión post-presentación. Demás está decir, que el diálogo que a posteriori concedieron, permitió revelar los puntos aquí anotados y socializar la reflexión colectiva sobre los tópicos que desarrolla la obra, una formula interesante para llenar el vacío que deja una obra que solo quiere pasar como divertimento intelectual y protesta social. Me da gusto que a pesar de los comentarios, críticas y opiniones, la mirada tanto del director como la actriz, sea la de alimentar, rehacer y solidificar sus criterios para generar una escena teatral y artística basados en los principios no solo de la tolerancia, sino, de la intereducación, pues tanta falta hace construir un público preparado para procesar de formas diversas el texto artístico en todas sus variantes. Mis felicidades a Lucho Ramírez y a Alizia Cuadros por bregar y no desmayar en su ánimo por pulir y consolidar su trayectoria alimentando de paso un movimiento artístico enérgico y subversivo.


*Hay que ver que el guion está preparado tanto para que actúe un varón travesti, como para una madre mujer.

** Aquí el link para revisar el guion: http://www.oocities.org/teatroperuano/madre.html

lunes, 20 de agosto de 2018

SOBRE LOS RECITALES DE POESÍA




Me encuentro sentado en primera fila frente a un grupo de poetas que leen sus escritos de forma sepulcral. Se trata de un recital de poesía organizado por Willy Gonzales, director de la editorial tacneña Cuadernos del sur. Estamos en el segundo piso del ex palacio municipal. Hay poca audiencia. No pasan de los 20 asistentes, entre ellos los mismos poetas y algunos curiosos de rostros conocidos, estudiantes y egresados exóticos de la universidad Jorge Basadre Grohoman. Miro los rostros de los poetas en la mesa, son jóvenes y viejos, entre los 25 y los 55 años por lo que puedo adivinar. Los convidados son poetas de Tacna, entre ellos Luz Huayta, Doris Vasquez, y Mario Carazas. Los demás son chilenos, de los cuales puedo reconocer a Rolo Martinez, Jaime Pinos y Rojas Terán. Hay uno al que realmente no he visto nunca.

Pienso en los recitales que se organizan en la ciudad. Que por cierto son escasos, y cuando se dan, son de una calidad que deja mucho que desear. Y no por los poetas, sino por un estilo de lectura que parece ser ya una incómoda escuela. Y con esto me refiero a que la gran mayoría de recitales a los que he ido, la atmósfera que reina es la misma de un funeral, de no ser por algunas poquísimas excepciones. Esto pasa debido a que el poeta se debe únicamente a las palabras, y estas nada tienen que ver con la música o el vídeo, estancias estéticas quizá más apetecibles por el público*. En cambio el poeta se debe únicamente a su lectura, a su interpretación del poema; y muchas veces, la lectura o interpretación es un aspecto poco explorado y trabajado por los poetas. Dando como resultado lecturas tímidas y estrafalarias, lecturas ásperas y poco agraciadas.

Pese a que atrás quedaron las declamaciones que  además de efectistas, eran muy pomposas y no transmitían ese toque a poesía que hoy en día tienen los poemas, ya superados los embates de la métrica y la retórica. Hoy queda sencillamente la lectura insípida de poetas que ya sea que escriban bien o mal, su estilo al momento de leer sus escritos son mediocres y hacen quedar mal a un género literario tan intenso como la poesía. Pienso que esto hace que un posible público que se acerca con inseguridad y escepticismo a la poesía, termina por rehuirle debido a la poca importancia que se le da a la interpretación o performance que el poeta debería dar a sus poemas en un recital. Personalmente creo que 3 son los problemas que dificultan una lectura contundente: 1) comentario o palabras introductorias, 2) entonación, timbre y volumen de voz, 3) lenguaje corporal y/o gestualidad.

Mi propuesta frente a esas limitaciones que el poeta de hoy enfrenta, es que renuncie a los rígidos e improvisados espacios de lectura que lo convierten en un mero producto de exposición o de relleno, como si el poeta solo fuese lo que escribe. El poeta es mucho más de lo que escribe y publica. Es una actitud, un estado de existencia superior a la estética, en la que lo escrito es solo una parte. Por ello, el poeta debe renovar y saltarse la mediocridad a la cual suele adaptarse por culpa de facinerosos  o cafichos de la industria literaria. Pues hay que decirlo, no es enteramente culpa del poeta haber caído en un incapacidad por renovarse ante el público y dejar de lado sus habilidades interpretativas de lectura, sino es responsable también aquellos que hacen del poeta un “artista del hambre” que exhibir. Una vez renunciado a esto, el poeta se reinventará para mostrarse rico, creativo y enérgico ante un publico para comunicar lo que sea que quiera comunicar. Dando paso a lecturas y recitales más interesantes. Aunque claro, siempre se puede decidir hacer lo mismo de siempre.

Propongo que el poeta que desea ser algo más que letra muerta en los libros, luche por reconquistar los espacios públicos de lectura, ofreciendo, arrojando, proyectando recitales de poesía vívidos y nutridos por la actitud irreverente y subversiva de comunicar. ¿Para qué escribe quien escribe? Si le basta a un escritor con escribir ¿por qué lo hace público? ¿No es acaso por el impulso de comunicar y relacionarse con los otros a través del texto? Por ello mismo, las formas de comunicar tienen que ser efectivas. La lectura mediocre, que no trabaja las habilidades comunicativas sencillamente ridiculizan y parodian algo que ha nacido para intervenir el tejido social y perpetuar una tradición que incita al hombre y a la mujer a ser conscientes de los poderes del lenguaje. Dicho esto, el poeta memorizará, dramatizará, hará una performance, leerá parado o sentado,mirando a todos o sin mirar a nadie, a luz o a oscuras. Que haga lo que le venga en gana, pero que lo decida hacer. Y que salga de esa zona tímida donde juega a no querer ser alguien importante. Tremenda mentira que es pura vanidad disfrazada de pseudohumildad o sonsa precaución. El poeta arremete y no perdona nada.



*Curiosamente la música y el cine son industrias que propulsan grandemente a las sociedades de consumo y producción en masa. Sin embargo, la poesía no ha sido digerida por esa industria, pue se resiste al capitalismo o cualquier otro agujero negro que autoexplota al hombre.

lunes, 13 de agosto de 2018

"CUATRO VOCES", ESPECTÁCULO QUE REÚNE LITERATURA Y MÚSICA





Tacna, una ciudad acostumbrada al espectáculo insulso, a la bagatela de fin de semana, a la adicción de la estupidez, ha sido testigo de lo que posiblemente es el nacimiento de otro tipo de espectáculos, quizá más lúcidos, más bienintencionados, con menos interés en lucrar, y más por educar e informar, hermosos verbos que por supuesto, pueden combinar con la diversión y el entretenimiento. En medio de un clima social proselitista, el viernes pasado, 10 de agosto, se dio acabo el tan esperado “Cuatro Voces”, que reúne el talento variado de representantes tanto de la literatura como de la música local. Jóvenes todos ellos, no por cuestiones de edad, sino de experiencia o trayectoria, parecen amenazar con hacerse un sitio en la constelación de artistas que tanto le hace falta a esta pequeña ciudad, patio recreativo de chilenos estresados y misios.

Por supuesto, la actividad no es fundacional, sino neófita, ya que espectáculos similares los hemos visto en años pasados, y aquí se me viene a la cabeza el que hicieron juntos el poeta inédito Ricardo Eyzaguirre, con el mismo Renato Osorio, quien a la vez, también hizo otro recital junto a la poeta Marianna Espezúa. Lo cual me hace pensar, en la interesante voluntad del trovador por asociarse a poetas locales, para brindar espectáculos que buscan hibridizarse con otras artes, en este caso, la poesía, madre de la literatura. De modo, que este “Cuatro Voces”, que reúne a mi parecer su versión más ambiciosa y creativa de este género de espectáculos: junta a un cantante joven y brillante como Oscar Jirón, a una narradora inédita y en ciernes, como Getty Pacco, a un poeta atrevido y en constante construcción como Ives Vizcarra, y a un ya experimentado  y conocido trovador que deleita con sus canciones ajenas como Renato Osorio.

Ocho y cuarenta de la noche. A pesar que el espectáculo tiene 40 minutos de retraso, el ambiente no está mal. Los que podemos permitirnos un trago y algo de comida, esperamos ansiosos a los artistas. Me encuentro junto con Sandra, mi mujer, en una mesa cerca al lugar donde improvisaron un sobrio set para este “Cuatro Voces”. El epicentro de esta maravilla es el Parkos restobar. El director de teatro, Lucho Ramírez, y el actor en formación y también poeta inédito, Diego Huanqui, nos invitaron hiperquinética y amablemente a compartir su mesa. Luego se sumaría la poeta Mariella Torres, quien está próxima a publicar su primer poemario. Como aun no empieza el espectáculo, empiezo a desarrollar una conversación con Diego Huanqui y Lucho Ramirez sobre sus proyectos. El primero me invita a la presentación de un nuevo fanzine, para este 28 de agosto que tiene el provocativo nombre de “HDP: Hojas De Poesía”; el segundo me invita a la presentación de la obra “La madre”, de la cual es director, todo eso en la casa Laramamango.

Por fin los artistas salieron a escena. Oscar Jirón y Renato Osorio arrancan con la música en armonioso dúo. Nos comparten canciones románticas, llenas de ilusión y nostalgia. No puedo reconocer de quiénes son las canciones, bien podrían pasar como temas propios. Mientras los escucho, pienso en la voz de Oscar Jirón, qué hermosa. No hace falta filosofar sobre lo bello. Cuando una voz es hermosa, solo nos queda callar y escuchar.  Qué importa lo que diga la letra. Podría decir maldiciones, podría insultarnos si quisiera con esa voz mientras canta, y sencillamente lo escucharíamos absortos. Miro a Renato Osorio, y recuerdo las veces que le he oído cantar en el submundo de la bohemia, siempre con esa fe infinita y pasión por la música trova, sobre todo por la música. Lo veo cerrar los ojos, presionar sus parpados suavemente para sentir su propia voz, definitivamente le gusta escucharse cantar. Lo siento completamente metido en su momento musical. Pienso en estos dos artistas, a Renato Osorio, definitivamente un trovador que lleva su evangelio musical allí donde haya luces y sombras, y a Oscar Jirón, de un talento fuertísimo para las baladas, que se animó a compartir un tema de su propia cosecha.

De otro lado, a pesar que tuve mis reparos en que se mostrara narrativa en un recital, me ha asombrado la manera en la que lee e interactúa Getty Pacco con el público. Antes de leer cada fragmento, cuenta una anécdota, una reflexión, que llega a encantar y dar en el clavo, por las asertivas y humanas maneras que tiene de contarnos historias. Ese rostro angelical, siempre sonriente y con brillo en sus ojos, llegan a  transmitir más que palabras, emociones que llegan a mi cabeza como bellas intuiciones. Cuánta catarsis hay en Getty, cuanta valentía para desnudarse y hacernos participe de sus procesos emocionales, de sus aprendizajes humanos. Y luego está Ives Vizcarra y sus poemas cuidadosamente seleccionados, los confesionales y amorosos, de su primer poemario Armilar, y algunos inéditos, próximos a publicarse según nos cuenta. Confieso que Ives es el que menos me ha gustado de las cuatro participaciones, debido a que tiene que mejorar su lectura en público. Aun así, su participación fue valiente, nunca mediocre. Sus poemas nos recuerdan la importancia de utilizar palabras para definir y comunicar sentimientos tan complejos a través de la introspección.

Algo que también me encantó del espectáculo, fue que no se cerraron en solo ellos, pues también dieron tribuna a un viejo poeta, y a una joven cantante. Acto que me parece de los más solidario y amistoso entre artistas, pus es una declaración en contra de aquellas iniciativas culturales que trabajan desde círculos cerrados, negando la colaboración con otros artistas, hecho que solo perjudica el libre flujo del arte en todas sus expresiones. Gracias a este compañerismo, pudimos tener en escena divertida al famoso cronista de Tacna, contando unos chistes verdes y luego su lectura de un poema tacneñoso de esos que suspiran por la Tacna de antaño. También tuvimos la carismática participación de Gabriela Alva, joven cantante que se animó a interpretarnos algunas sentidas baladas. Entiendo que esta clase de colaboraciones, le dan frescura, diversidad y el elemento sorpresa a los recitales.

Mi conclusión es que el evento es un manifiesto que inicia una posible hibridación de las artes en escena, al menos la alianza entre música y literatura, cosa que de practicarse continuamente, podría ofrecernos hermosos recursos para que la gente se divierta y aprenda. Aunque, de estructura inestable,  sus contenidos fueron sólidos, definitivamente hay un arte que desea crecer, madurar y posicionarse. Los mismos miembros de este grupo “Cuatro Voces”, advirtieron de próximas andanzas en otros escenarios. El mismo Lucho Ramirez me comentó estar interesado en llevarlos a la Casa Laramamango. Ojalá estas 04 voces, y otras tantas que están allí como islas puedan continuar integrándose y ofrecer espectáculos hermosos y humanos como este. El artista tiene que crecer y madurar así. En escena, con aciertos y errores*, que son fuente de poderosa experiencia. 


*Recomiendo un mejor acuerdo con la duración del espectáculo y la hora de inicio.

jueves, 9 de agosto de 2018

EL CONCEPTO DE PSICOTERAPIA EN EL INDOMABLE WILL HUNTING




Tienen que conocer la historia de Will Hunting. Un chaval duro, rebelde, muy bueno para las matemáticas, con saberes en literatura, historia, economía, política, y joder, quién sabe en qué disciplinas y ciencias más. Sería el típico nerd, de no ser por el carácter corrosivo que se maneja, y lo lleva a despotricar contra todo lo que le rodea. Sin duda, sin ser un antisistema o un renegado de la sociedad, es un tipo que no usa su brillantez para fines calculados como el sueño americano, y se la pasa bebiendo cerveza con sus amigotes, aparte de trabajar como un orgulloso proletario, feliz de sentirse común y corriente. No es raro pensar que conoce muy bien su potencial, y que su actitud petulante es una clase de venganza por sabe el tao qué experiencias que le marcaron. Es como si dijera “yo soy mejor que todos, y puedo hacer cosas cojonudas , pero púdranse, no me da la gana, no van a envolverme con sus rollos, no se van a aprovechar de mí, miren como me arruino para que no me posean, títeres”.

Todo iba bien, hasta que un día a un profesor de Hardvard se le ocurre retar a sus estudiantes con un problema que escribió en la pizarra del pasillo. ¿Y qué creen? Will lo resolvió en menos de lo que canta un gallo. El profesor, que se llama Gerald Lambeau, sorprendido, y sin tener noticias del genio resuelveproblemas, decide contraatacar con otro desafío matemático. Grande es su sorpresa cuando se da cuenta que fue resuelto por un crío pasatrapos que labora en la misma Universidad. Cuando el profesor sale a buscar a esta prominencia de las matemáticas, lo encuentra en pleno juicio debido a algunos crímenes que habría cometido, como robar autos, o pegarle a un oficial. Wil, quien se defendía a sí mismo como abogado, es finalmente sentenciado, y el profesor Lambeau le plantea sacarlo bajo dos condiciones: que estudie en Hardvard bajo su tutela, y siga psicoterapia para ese problema de carácter.

Pasado un tiempo, Will ya está estudiando matemáticas y colaborando con el trabajo del profesor Lambeau. Sin embargo, es con la psicoterapia donde tendrían algunos problemillas. Luego de probar suerte con un psiquiatra y un hipnoterapeuta, está claro que Will solo se mofa y no se toma en serio las sesiones, llamando comecocos a cualquiera que intente comprender la estructura de su mente. Cualquier que haya visto a este Will necio y reactivo; y que sepa algo de psicología clínica, se dará cuenta que es de esas personas con sintomatología egosintónica, de fuertes mecanismos de defensa, y creencias irracionales sobre sí mismo y el resto. El profesor Lambeau cansado de los juegos de Will busca al psicólogo Sean Maguire, antiguo camarada suyo. El primer encuentro fue crudo. Un Will provocador se atrevió a psicoanalizar a Sean, hasta burlarse de la memoria de su esposa. Sean, probablemente sorprendido y enfurecido a la vez, no dudó en ponerlo en su sitio, saliéndose incluso del papel de psicólogo, en una respuesta que podemos llamar  humana.

Está claro que el indomable Will es uno de esos casos que podríamos llamar difícil o imposible, que ha pasado por varios especialistas y se niega a recibir ayuda de ningún tipo. Señalemos los aciertos del estilo de psicoterapia que Sean desarrolla para ayudar a Will. Empecemos por observar que no cometió el mismo error que los demás. Sean crea un clima agradable para la relación, se interesa en el paciente como ser humano, y valida incondicionalmente su manera de ser.  Aunque al principio Will buscaba cabrear a Sean, este último no se lo tomó como algo personal, ni mucho menos reaccionó con hostilidad, ni renunció etiquetando a Will como “lunático sin remedio”. Puede que Sean haya sido impulsivo al coger del cuello a su paciente cuando este empezó a hablar pestes de su esposa. En mi opinión, la reacción fue necesaria al ser signo de advertencia y sobre todo de autoridad, pues está claro que Will no reconoce ni respeta ninguna. La reacción de Sean ante la agresión de Will, sirvió para delimitar las normas y límites de su trabajo.

Algo que también merece la atención es cómo desde el primer momento la técnica de Sean está orientada a utilizar el mismo lenguaje que Will, y sobre todo, utilizar los mismos recursos verbales del intelecto para teorizar, analizar e interpretar el alma humana mediante diálogos sobre la literatura, las ciencias y el humanismo. Todo eso contribuye a que progresivamente Will reconozca en Sean y su trabajo, algo más que un típico psicoterapeuta acéfalo como lo creyó al inicio. Pese a que Will puso a prueba en todo momento la calidad de Sean como persona y profesional, Sean supo comprender, esquivar y confrontar los mecanismos de defensa de su joven paciente, y a tomarlo como un reto clínico y sobre todo humano. Es así que logra desenmascaras las densas intelectuaciones y racionalizaciones que Will construye como coraza y espinas para no dejar que nadie se le acerque. Algo que Sean va a calificar como miedo a la imperfección, y represión emocional, por episodios de violencia infantil que ya parece sospechar.

Posteriormente, es a partir de los preparativos de la segunda sesión cuando Sean se da cuenta que las técnicas clásicas de empatía y validación no funcionarán del todo. Tiene que ser muy creativo para picar a Will desde sus propios criterios de lucha, para confrontarlo de la misma manera en que él se enfrenta a los demás. Por ello buscará su punto ciego, desbaratando cada una de las estratagemas que Will utiliza para desarmar a sus interlocutores, como la excesiva racionalización, y el acting out, mecanismos de defensa que realmente hacen difícil pero no imposible el trabajo terapéutico. Tal vez por eso no sea tan descabellado que Sean  haga la sesión fuera de su consultorio, en el parque, contemplando un lago con cisnes,  complicadas aves de apariencia vanidosa. Es en esa heterodoxa circunstancia que Sean , usando un lenguaje poético (tal como le gusta a Will), renuncia a las típicas fórmulas de intervención, haciendo gala de un verbo y sapiencia cultos, (cosa que lo liga a Will), para desmenuzar la filosofía personal de su paciente, y reconociendo* a la vez sus limitaciones sin temor a ser juzgado. 

Como verán en la cinta, luego de esa segunda sesión, el Will renegado ha sido pillado. En la tercera sesión Will asiste dando signos de apertura todavía desconfiada y superficial. A pesar que no profirió ninguna palabra durante una hora, se mantuvo quieto y en ningún momento abandonó la consulta. Claramente Sean continúa ganándose el respeto y construyendo un clima de reconocimiento y dignidad para con Will, pues no hablará si Will no quiere hablar, y a la vez, no  dará su brazo a torcer, porque no quiere hacer el rol de terapeuta pasivo. En una clase de lucha de poderes, la relación se va construyendo en base a la tenacidad que cada uno reconoce del otro. Y ya para la cuarta sesión, según se van creando circunstancia en la vida de Will, este empezará a hablar sobre temas indirectos con Sean, como el amor y las mujeres. Es increíble como el interés genuino y la autenticidad de Sean se mantienen intactos. Haciendo uso de un quid pro quo en el que escucha las historias de Will y también cuenta las suyas, soltando chistes, empieza a mostrar lo que quiere de Will, sinceridad, honestidad, valentía para asumir y compartir sus problemas.

Ya en la quinta sesión  la manera en la que Sean llega a conectar con Will es sorprendente. Utilizando una anécdota inesperada, una narrativa sobre el sentido de la vida y las elecciones, envuelve a Will en un vaivén de emociones intensas que lo pillan desprevenido, sin todas esas construcciones de las que se rodea. Will empieza a permitirse ser como un niño escuchando las historias de un padre. Deja de reprimirse emocionalmente, deja de proyectar la imago de tipo duro, para dejarse llevar por las hiperquinéticas habilidades de Sean para contar una historia íntima sobre cómo tomó la decisión de conocer a la chica que luego sería su esposa, sin pensar en las consecuencias o el qué dirán. Para el final de esta sesión, Will queda sorprendido y satisfecho con la atmósfera que acaba de envolverle. Hasta aquí a Sean parece interesarle la relación humana que tiene con sean. Posteriormente en la sexta sesión, luego de tocar temas de interés personal que Will desea desarrollar, Sean empieza a cuestionar y hacer un tipo de confrontación para que Will pierda el miedo a comunicar lo que quiere. Will, pendiente de esto, y no contento con este movimiento, opta por defenderse y empieza a irse por las ramas. Aquí vemos un quiebre que remarca la autoridad de Sean, y la negativa de Will para mostrarse auténticamente.

A pesar que la última sesión fue incómoda para ambos, todavía tienen una sétima sesión donde Sean, sin salirse de su rol y mostrándose siempre interesado por Will como ser humano, le cuenta un episodio de agresión que sufrió de niño, para que luego Will también narre el suyo. Lastimado por el recuerdo, empieza a llorar. Sean se le acerca a darle un abrazo con la frase “no fue tu culpa”. Pese a que lo rechaza inicialmente, repetír la frase tumbó  todas las defensas que Will construyó alrededor de una autoculpa infantil, que le arruinaba su presente. Will abraza auténticamente y sin tapujos a Sean, y ahí es donde ambos logran conectar totalmente para aceptar una relación horizontal, con dignidad y respeto mutuo. Gracias a esto  Will es capaz de responder a la pregunta que Sean le planteó en todo su proceso terapéutico “¿qué quieres hacer”. Un Will más confiado y menos evitativo, continua con las sesiones hasta el cierre, donde ambos agradecen la calidad de relación que construyeron, y lo importante que sería conservarla vía teléfono. Todo eso en medio de efusivas expresiones de aprecio y respetos, sin rehuirle al contacto físico. La película termina con Will tomando por primera vez una decisión personal, y no una mera reacción inflexible. Coge el auto que le obsequiaron sus amigos, y va en busca de una nueva oportunidad en la vida.

Mi conclusión sobre el filme es que el concepto de psicoterapia que Sean emplea es el adecuado para tratar a un paciente difícil que podría pasar como imposible. Está claro que el enfoque es un humanismo ecléctico. Se puede ver en acción técnicas pertenecientes a la terapia centrada en el cliente de Carl Rogers, la logoterapia de Viktor Frankl, y la Gestalterapia de Fritz Perls, todas ellas destacadas por tener como objetivo reconocer y enfrentarse al peculiar y complicado carácter de Will, para que empiece a aceptar la relación o alianza terapéutica, y así lograr responsabilizarse de sí mismo, conectando con todo su material reprimido. Pero más allá de celebrar el triunfo de la técnica, lo admirable es el trato humano que el terapeuta Sean Maguire maneja a lo largo de las sesiones. Un trato cálido y fresco que en ningún momento cae en la frialdad y el cálculo, ni mucho menos en la estigmatización o etiquetas diagnósticas. Una combinación de técnicas humanistas y un trato humano basado en principios de relación auténtica, que dieron como resultado la progresiva participación, para que construyera su teoría del cambio, como tiene que ser.





* Esto último es importante para que Will no lo vea como el típico psicólogo que hace de maestro, y que solo sermonea con aires de divinidad.

viernes, 3 de agosto de 2018

ZONAS DE INTEREDUCACIÓN





Otra vez El Miski, famoso antro que reúne la crema y el hampa, además de la intelectualidad de inframundo. Todas las clases sociales, etnias, niveles de inteligencia y tribus urbanas terminan aquí. Hoy veo abogados de dudosa procedencia libando a discreción; sexagenarios que viven de sus seguros conversan efusivamente, y dos señoras que todo el tiempo fungen de jefas nos miran desconfiadas llenando su crucigrama de turno. Son las 6 de la tarde, diríase que el local está vacío, de no ser por nosotros. Me encuentro sentado en una mesa redonda de caoba color chocolate; esto último es de verdad, a veces me dan ganas de morderla. Me acompañan la comparsa de siempre, Wilmer Kutipa, Pablo Chuquin, Stiven Bejarano, Julio Puma, Alessando Penrril y Yonny Pacheko, como tiene que ser. Rumiamos algunos temas asociados al encuentro y la soledad.  Empezamos a soltar hedores verbales sobre música y libros. La rutina de siempre.

Todo de lo más normal hasta que  yo, que estaba sentado de espaldas a la entrada principal del Miski, siento la mirada y presencia de algunos espectros de la tarde. Por actorreflejo volteo a mirar, y grande es mi sorpresa al darme cuenta que tres figuras humanas nos miran circunspectos, como si quisiesen comprobar que somos reales y no vanos fantasmas de niebla y de luz, como diría el antiquísimo poeta Gustavo Bécquer. Instintivamente me pongo de pie para saludarlos e invitarlos a que se unan a nosotros, como lo dicen mis modales que sospechosamente permanecen. Se trata de Renato Osorio, trovador de buen sentido común, Italo Zeballos, abogado y escritor retirado antes de tiempo, y Enrique Guevara, abogado también y aficionado al anime y el cine. Todos ellos esquirlas de lo que alguna vez fue “Ideacción”, grupúsculo de antaño que reunía jóvenes de compromiso social e inteligencia destacada allá por el 2010.

Como ya somos varios, la mejor idea es buscar una mesa más amplia. Cada uno da unos 3 o 4 pasos hasta tomar asiento en el mesón rectangular que está a mano izquierda de la entrada. Me ubico ante mis anteriores compas, a los que somnolientamente escuchaba debido a que la resaca me ha quitado horas de sueño. Experto y practicante de psicoterapia, me pongo a crear condiciones para hurgar en el inconsciente del poeta Julio Puma, y rápidamente entramos en los espacios arqueológicos de la mente.  Tras una hora de intensa verborrea, llegamos a la conclusión que debemos seguir trabajando estos asuntos de yo y el super yo. Acto seguido, como veo que al otro extremo de la mesa nadie interactúa con los ex Ideacción. Me acerco enérgicamente, tomo asiento, pido permiso ritualescamente para iniciar una conversación, como quien se reproduce a medida que habla. Me doy cuenta que uno de ellos se ha ido. Los temas se desarrollan en torno al anime*, el cine, el concepto de arte y la intelectualidad.

Aquí aprovecho para graficar a mis interlocutores mi concepto de zonas de intereducación. A pesar del narcicismo que usualmente emanan los artistas e intelectuales como mis convidados, me apresuro a esgrimir una crítica sobre la última bohemia en la Bodega Capanique, a propósito del cierre del Festilec 2018. Incisivamente les digo que tanto seso a fin de cuentas no parece hacer la diferencia, todo se queda en el mero espectáculo, y mejor convendría ponerse de acuerdo en crear zonas o espacios en los que podamos educar a jóvenes mentes que deseen empoderarse en esto del arte y el intelecto. Y es que en Tacna no hay espacios donde desarrollar bohemia, esa que te hace dialogar y hacer crítica constructiva. Pues los locales de Tacna son meros centros de espectáculo. Sin bohemia no habrá educación real para los mismos artistas e intelectuales que solo se miran el ombligo; y peor aún, para los jóvenes que buscan un mar donde naufragar.

Mis interlocutores no menos apasionados que yo, observan puntos similares, aunque dispares después de todo. Les insisto en que no debe perderse el trabajo que cada uno hace desde sus islotes, y que sumaría muchísimo asumir un espacio en común donde se pueda conversar con toda libertad sobre conceptos abstractos y concretos, un lugar donde se atacan a las ideas y no a las personas. Hace falta un lugar donde podamos criticar, interpretar, analizar cómodamente y en fornida dialéctica. Y eso no lo encontraremos en locales que solo pongan gente a tocar y cantar, o actuar o leer poesía. Eso lo encontraremos en zonas de intereducación que se arriesguen a romper el clásico y aburrido formato que sume al espectador como agente pasivo. Algo de esto hubo en el DON’ TRY Homenaje a Bukowski que organizó la Colectiva Caracola, y lo sigue habiendo en las presentaciones del Colectivo Laramamango. Después de eso, ¿dónde? ¿En la Universidad? ¿Los municipios? Tiene que haber bohemia. ¿Saben qué es eso?**

Luego de mis efluvios que apelan a que estas zonas de intereducación tienen que estar (y lo estarán) regentados por bohemios, gente que detesta las convenciones y apela a nuevos modos de expeler ideas a través del arte y el conocimiento. Mis convidados y yo llegamos a un consenso en el que la actualidad artística e intelectual le convendría bastante arriesgarse a formar simientes que continúen con los jardines de las bellas verdades y la creación artística. Las cervezas se han quedado vacías. Suena “Tu falta de querer” versión de la Orquesta Candela. Nos ponemos de pie y convenimos en salir. Ya reunidos a fuera cada uno sigue su flecha. Nuestros convidados ex Ideacción se movilizan virando para la Catedral. Nosotros, que seguimos siendo los mismos del inicios, concluimos en irnos a la Agronómica, donde un híbrido concierto de Salserín y Los maravillosos nos espera. Miro el cielo, no hay estrellas, y el frío lacera la piel. Prendo un cigarro, y empezamos a movernos al unísono.


*Ver "A propósito de mi top 3 de animes"
**Ver "Mi concepto de bohemia"

miércoles, 1 de agosto de 2018

CRÓNICA SOBRE CUATRO CARACOLES



I
Me encontré con el poeta Ives Vizcarra la otra noche. Ya lo conocen. Recientemente publicó un libro de poesía llamado Armilar. De personalidad a veces áspera y otras veces tierna; dueño de un habla sino florida, al menos efusiva, aunque en sus momentos ariscos, la intrusión y el delirio le desbordan. Me cae bien, porque al igual que yo es un amo de la introspección y las interzonas. Me encontraba en el arco parabólico, ese patético monumento a no sé qué concepto pero que es memoria colectiva. Me senté en el borde de esos antiguos bloques de concreto al pie de Grau, como si fuese una gárgola. Conversaba con un par de venecos que trataban de convencerme que eran buenos y que les estaba yendo bien mientras sonaba Salserín de fondo. Amablemente me convidaron sus dos litros de vinos, mientras a un par de metros, un par de venecos que también eran sus amigos, nos observaban fría y calculadoramente. Estaba claro que conversaba con los más extrovertidos, y los introvertidos, sencillamente se fijaban que todo estaba de lo más normal. A propósito, los dichosos venecos que hablaban conmigo se llamaban Nelson...y...y, no me acuerdo del otro, llamémoslo Juan. (Evidentemente el alcohol destruye nuestras neuronas, o eso dicen). Mis nuevos amigos venecos, no querían irse a pesar que los otros dos les hacían señales de retirada. A mi me quedó claro esa preciosura de solidaridad que hay en personas de una misma nacionalidad en tierras ajenas. Me pasó cuando estuve en Chile, y ahora, ante los venecos vuelvo a comprobarla. Ese ánimo de cuidarse entre ellos, de no dejarlos a merced de extrañas fuerzas potencialmente xenófobas. Se equivocaban conmigo, pero les entiendo. Haría lo mismo en su lugar. El veneco Juan, tenia una interesante charla. Le pregunté en plan antropológico, qué proyectaba hacer a corto y largo plazo en Tacna. Me respondió lo que ya adivinaba. Quería formar una familia, estabilizarse económicamente, y morir en una tumba tal vez sin nombre, aunque no en ese mismo orden. Bakán, le dije, y reforcé sus sueños con algunos comentarios complacientes y humanos. En eso que nos dábamos un abrazo y bebiamos cada uno de su vaso, se aparece el poeta Ives, ¿Qué chucha haces acá?, fue mi primera reacción. Al parecer, mi causa Steven, estudiante de psicología, mil oficios, y aficionado al arte -que hace media hora se había perdido mientras conversaba con los venecos-, le habría encontrado meando en los baños públicos. Ellos no se conocían, y todo indicaba que habían congeniado al punto que Ives, desustanciado y más optimista que nunca, aceptó la invitación de Stiven para unirse al grupo. Chupamos, chupamos, y el resto fue giros de egos orbitando la atención y la competencia verbal. Lo importante es que hubo muchas risas y nada de coreografía. hasta que se acabó el trago. El espectáculo terminó. apagaron la música. Los grupos recogían sus instrumentos, los técnicos guardaban los aparatos electrónicos. Nosotros recogimos nuestros huesos y desfilamos en mancha hasta Av. Bolognesi. Allí, cada uno con motivaciones estrictas, siguió su flecha. Los venecos se hicieron humo, nos quedamos con uno, pero al rato se arrepintió y corrió a buscar a sus pares. De modo que quedabamos Ives, Stiven y yo, aunque había uno más, uno imperceptible y harto sugestionable. Su estado mental no solo era deplorable, sino muy humano. Lo acogimos gustoso y subimos por esa catarata de concreto y palmeras riendo, dando vueltas, extrayendo el numen de todas las cosas.

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