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"5 METROS DE POESÍA" DE MIGUEL GUTTI

¿Es la obra de Miguel Gutti, “5 metros de poesía”, una interpretación, crítica o comentario a la personalidad y obra de Oquendo de Amat,...

LAS PREFERIDAS

viernes, 22 de diciembre de 2017

APUNTES EBRIOS "SOBRE LA PARED"



No hay necesidad de fuego. El infierno son los otros.
Jean Paul Sartre

Nunca está de más que el teatro local nos recuerde una moraleja de la lógica sartreana, la mirada del otro como un muro, pared, obstáculo; desarrollada similarmente en un libro que ya no es necesario revisar, y cuya tópica la encontramos a flor de piel en las calles, desde que uno intenta zamparse en la fila, o cuando buscamos asiento en los buses. Para la obra de teatro que vamos a comentar, esta mirada hostigante del otro, aplica para su argumento lésbico de una pareja cuya conducta afectiva y sexual se alejan de la norma cultural e ideológicamente establecidas.

Veamos. Tal vez la moraleja en “La pared”, sea la de: “Oh rayos, miren, somos unos malvados. Nosotros, la humanidad, somos los que juzgamos y censuramos las conductas de otros, justamente porque envidiamos esas manifestaciones de las que no podemos ser parte, y por ello mismo, al ser imposible formar parte de un goce que no entendemos ni podemos practicar, detestamos esas conductas. Y no contentos con eso, pedimos que se condenen. Porque aquí nadie puede amar más que yo, aquí nadie puede ser feliz más que yo, aquí nadie puede ser tan idiota como yo”. Pero vamos, el pequeño espectáculo que resulta “La pared” es más que la puesta en escena de una moraleja que podemos rastrear desde los postsocráticos, pasando por Sade, Freud, llegando a Sartre y Lacan.

Algo que parece preciso señalar, es que hay una siniestra, ingenua y aburrida ambivalencia en la estructura de los espectáculos intelectoides del siglo XXI, una tendencia a la personalidad múltiple, que se explica del siguiente modo. La perversa convivencia de estructuras antagonistas, que a diferencia de la integración yinyanesca, viven para satisfacer las dos caras de un mismo espectador: una tendencia a la mera expectación con sus sensualismos contemplativos, que se coronan mediante la risa o placer; y la otra, una parábola cognitiva de tendencia reflexiva y crítica, diseñada para inocular conciencia, como correlato. De esto mismo parece hacer eco los comentarios del director de “La pared”, al proponer las artes escénicas como alternativa seria y real a la televisión o internet, optando por una especie de activación sensorial e intelectual en el espectador.

A mi parecer, “La pared” es una obra asimétrica y polifónica de corte socioterapéutico que desarrolla el incipiente e invisible tema de la exclusión y condena de la conducta lésbica, en medio de una sociedad hipersensible y fóbica a la felicidad del otro, en clara descripción psicotopográfica de cualquier ciudad con poca tolerancia a la frustración. De argumento sencillo e imperceptible de seguir, debido a los recursos de los que se vale para atrapar al público. La inventiva y performance de la obra, aportan una experiencia que se puede acompañar con un mojito barato y subtítulos a gusto. Mención aparte merece la vestimenta y maquillaje, el léxico corporal, las coreografías con TDAH, y el uso dramático de la percusión que recuerda al uso de la misma en Birdman de Irrañatu.

TOMÁS ANGULO Y LA PSICOLOGÍA COMO ESPECTÁCULO



Resulta bizarro plantear a Tomas Ángulo como el adalid trucho de un movimiento que haría llegar la psicología a las masas, vía televisión o libros de autoayuda. Para muchos, este sujeto más cercano a un personaje de telecomedia, es el típico ejemplo de las personas que se venden a la televisión por dinero, fama y poder, de modo que la psicología (si psicología es) de Tomas Angulo ha pasado a ser una alternativa de pseudoanalisis, predicción y crítica a los métodos astrológicos, tarotistas y chamanísticos que día tras día comentan el comportamiento de Chollywood. Quizá con Tomas Angulo estamos hablando de un adagio que la psicología barata hará en la televisón acaparando todas las pantallas, anunciando de este modo el fin de las parapsicologías.

Quien conoce un poquito de psicología, sabe que los sofismas que Tomas Angulo suelta en entrevistas, intervenciones de espectáculos, libros de autoayuda y stand ups, no son más que pequeñas pastillas de psicología popular que difícilmente exploran el grueso profundamente téorico de la psicología como ciencia aplicada. La psicología que Tomas Angulo divulga, es un producto enlatado made in china, un fastfood que más que proveer nutrientes, tiende a solamente endulzar el paladar y llenar de tejido adiposo las vías sangúineas del seso. Basta con ver el material escrementicio de su bibliografía liliputiense, donde no solo se niega la psicología aplicada, sino que también se la cholifica, volviéndosela así una psicología de barrio, con calle, como dirían los antropólogos urbanófilos.

En su segunda visita a Tacna, Tomás Angulo, reconfirma su séquito de seguidores ansiosos por sonsacarse una risa a costa de proyectarse en las piruetas escénicas y frases incompletas que propone, pleno de verdades a medias que ensaya y salpica al público. Al parecer, para satisfacer a un público ávido de espectáculo y educación, a Thomas Angulo solo le hace falta verter en una licuadora un puñado de enunciados sobre neuroquímica hormonal, conducta de pareja, moralina cascarrabia, palabras soeces, piruetas corporales, y un rostro que tiene como fondo “la vida es un carnaval”. Con esto “llega” a la gente para hacer que rebalse de risa y jerigonza. Ni qué decir del uso indiscriminado de estereotipos excluyentes tanto del varón como la mujer.

Y es que desde siempre el amor (que es un proceso psicológico más con base neuroquímica), ha sido un negocio, y por lo tanto, la psicología del amor, no puede dejar de serlo, debido a una ingenua demanda del público que todavía se traga obligatoriamente los metarrelatos de un final feliz basado en la pareja ideal. Para ello basta proponer que la risa que resulta del contacto con el uso humorístico de caricaturas y viñetas maritales, provoca efectos terapéuticos en esas parejas que han sido estafadas con el cuento del matrimonio por amor. De esta manera opera el artilugio que convoca a unos cientos de personas que compran boletos para acudir no al psicólogo de las relaciones de pareja, sino al personaje que aparece en televisión, y que dice cosas chéveres y graciosas.

Independientemente de que la risoterapia grupal que Tomas Angulo propone agotando un humor muy peruano consistente en soltar de cuando un mierda o carajo, usando gestualidad sardónica y caricaturizando viñetas maritales que producen el “hey, eso me pasa a mí, yo lo hago”, independientemente de esto, sería difícil precisar si se logra producir un insight en el púbico. Lo que si es seguro es que la risa peruana, que es la más fácil de producir (por razones psicodinámicas) aflora y ennublece la visión. Lo más probable es que en el Perú la psicología se está empezando a consumir más como un espectáculo que una aplicación terapéutica.


ME LLEGA AL PYNCHO LA PAISANA JACINTA




El problema de que la Paisana Jacinta esté en cines, es que ha rebasado el don de la conchudez. La industria que alimenta la fetichización de productos que avivan el seso a los drogodependientes de la estupidez ha ido lejos. La paisana Jacinta en las pantallas grandes, lejos de ser un asunto de menor importancia, es un síntoma de nuestros tiempos, en el que productos no-estéticos y altamente lucrativos que hacen uso del chiste fácil, siguen aumentando de ceros sus cuentas bancarias a costa de un daño colateral, la perpetuación de un humor que maltrata de forma latente y manifiesta.

Por más que la Paisana Jacinta se vista de tufillos morales, pro-estéticos, o artilugio de entretenimiento, estos no sirven más que de coartada para que debajo del telón, revele su auténtico modus operandi, el de ser un producto destinado a lucrar por sobre toda intención. Basado en un mecanismo de acción que es utilizado en este país desde hace décadas: la caricatura mordaz; que en su sesgo lástima psicológica y culturalmente a unos, y a otros refuerza y perpetua un patrón de conducta, no solo un racismo microscópico, sino un (y no exagero) separatismo implícito.

No es casualidad que en la televisión peruana y en las producciones fílmicas tipo serie Z, muchos “artistas” se hayan dedicado por casi medio siglo a la caricatura mordaz de las mujeres andinas con el único objeto de promover la risa sardónica por medio de la exageración de rasgos y apariencia psicológicos y físicos. Para muestra un botón, uno de los iniciadores de este caricaturismo mordaz, es el personaje creado en los 80’s por Guillermo Rossini, la Chola Eduviges, la del “culantro limpiecito y fresquito”, quien usando un lenguaje ambivalente contaba chistes de tono comprensible para el público adulto.

El punto es, con la polémica desatada de la Paisana Jacinta en cines, la gente tiene una oportunidad de comprender por qué que un humor que promueven personajes como el negro mama, la paisana Jacinta, y otros, basado en la mofa de rasgos personales de cultura que se alejan de la norma, solo conlleva a seguir invertebrando un país amorfo y para nada cohesionado,  al contrario, seguirá manteniendo frescas las fracturas no solo a nivel cultural, sino a nivel psicológico; en vista de que la polémica ha creado una línea imaginaria que separa a unos de otros, los que celebran el humor bizarro y a ratos insostenible de Jorge Benavides, y los que apelan a la reflexión y análisis conductual de prácticas que lastiman a grupos étnicos y resquebrajan la unidad pluricultural del país.

Solo queda decir una cosa más, en vano Jorge Benavides y su séquito de seguidores apelan a un victimismo artístico al argüir que se censura una liberal forma de engendrar entretenimiento para una masa de teledependientes ávidos de excretar una risa. La Paisana Jacinta, el Negro Mama y otros personajes que caricaturizan mordazmente a grupos étnicos, no son más que depósitos de basura que se llenan de una enfermiza y multitudinaria risa. De ninguna manera la aparición de la Paisana Jacinta en cines es un producto cultural, estético o de entretenimiento. Su único interés es la de vaciar los bolsillos a una población que ha crecido burlándose del otro a través de una exageración de rasgos y patrones culturales que son incapaces de comprender, y que por ello mismo se los rechaza. Típico y aberrante actitud. Nostalgia pura dirán otros.

HABLEMOS DE ARMILAR, DEL POETA YVES VIZCARRA



Yves Vizcarra, poeta, compañero de batallas y amigo mío, ha publicado su primera colección de poemas, y como todo poeta que se precie, ávido de mostrar su madurez a un nivel psicolingüístico, y por qué no, mostrarnos también la nueva coraza de su personalidad, ha reunido en Armilar, poemas primerizos que estuvo escribiendo en una etapa anterior. Dato revelador por cierto, ya que no estamos hablando del actual estado creativo del autor, sino de una radiografía, tomografía o informe clínico. Digamos, pues, algunas palabras.

Armilar quiere ser un libro sensorial, intimista y metafísico. Las percepciones que hace de su entorno inmediato tiene el acento florido de un simbolismo amanerado y melancólico; la introspección que realiza a su interior a manera de auscultarse el seso, resulta plena de confesiones sobre el latido interno; a un nivel ontológico, los versos de Armilar no solo buscan atrapar y definir la realidad, sino además plantean el doble ejercicio de contemplarla y completarla con un verbo que erosiona y enerva el porqué de las cosas.

El verbo de Yves Vizcarra en Armilar, está compuesta poruna cadena de somniloquios y verborrea cuya estructura limítrofe se ubica entre lo neurótico y psicótico, donde gana mayor premasia el verbo que el logos. Debido a que se prefiere los significantes más que los significados, las imágenes superan el sentido. Sin embargo, de vez en cuando se filtra el material humano con el que escribe y se toca las fibras: “y aprovecho de mí, esta estúpida emoción/para curar mi padecer de pensar” o “y si no tuviera más remedio/que quedarme en ser yo mismo/ tendría que demorar en encontrarme mucho/acostumbrarme a mi forma verdadera”.

Este yo poético de Armilar parece un sujeto que ha nacido viejo. De cualidades ominisientes e hipersensibles, da la impresión de ser una suerte de conciencia cósmica que no solo mira el todo, sino también mira su ombligo. Por supuesto, este ser cósmico también está sexuado, esto le hace dirigirse a un único otro que percibe hembra, y cual objeto lúdico, juega con esta para recordarse lo que no es y lo incompleto que está. Curiosemente en Armilar solo hay dos presencias, una que especta, y otra que expele confesiones. Sin duda alguna, cada poema conforma un fragmento de un único Insith que termina como empieza el libro: “A lo que ya no soy”, “jamás fuiste tan lejos a encontrarte”.

De esta manera, el libro Armilar se muestra como una espiral hacia dentro. Un punto mirándose a sÍ mismo, desde afuera y desde dentro, desdoblándose; mitad onda, mitad partícula. Es imposible no presentir la actitud hamletiana y el tono vallejiano. Personalmente me han gustado sobremanera 3 poemas que desde ahora sé que estarán en toda antología del autor. Hablo de “Breves pausas”, ”Infusión de estrellas” y “Madera”, que a mi parecer, representan la madurez técnica y estética, y por qué no, miran un nuevo horizonte para el autor.