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jueves, 12 de mayo de 2016

VERÓNIKA MENDOZA EN TACNA O EPISODIO IV: UNA NUEVA ESPERANZA



Con más de 500 congregados y con casi una hora de retraso se presentó el día de ayer, 11 de Mayo, la lideresa del partido Frente Amplio, en las inmediaciones de la plaza Quiñonez del distrito de Alto de la Alianza. En clave de gratitud es que entraron en comunión líderes del partido seguidos de un corifeo público que aguardaba expectante la réplica frenteamplista luego de, a pesar de no pasar a segunda vuelta, quedar como segunda fuerza política en el congreso. El público, en su mayoría adultos entre 35 y 50 años, recibió con vítores y farfullas emulsionadas de pasión a la ex candidata Luz Valencia, al congresista electo Jorge “Nabo” Castro”, ambos acompañados de su lideresa, Verónika Mendoza, estos últimos no dudaron en saludar a sus allegados como solo ellos lo saben hacer. Veamos qué pasó.

Estoy sentado en un extremo del ágora de cemento con unas amigas, que al igual que yo, pletóricos de curiosidad queremos llenar el vaso de nuestra noche con un evento inusual. No todos los días tienes a una personalidad importante de la política nacional ante tus ojos, y gratis; o eso era lo que leía en los ojos incendiados de pan y circo en algunos de los parroquianos de la misa roja. Sí, misa roja. En nada se diferenciaba del discurso dominical de los demiurgos. El sentimiento era el mismo, la modalidad algo distinta, el discurso puede que quizá sea el mismo, en un tono gris mayor o menor. El apego a las masas es inminente. Todos acarician sus estómagos para digerir lo que ellos mismos no podrían decirse.

Verónica Mendoza, saluda, mueve ambas manos como dibujando una V palpitante; extiende una sonrisa esplendente que encandila las 4 dimensiones de su público. Nadie se puede resistir, todos aplauden y ensayan un verbo florido en pro de todo. Algunos no resisten en ponerse de pie. Flashes de cámaras van y vienen. Indiscutiblemente el momento es histórico.

Verónica Mendoza habla, empieza a vocalizar con una convicción a la que de seguro está acostumbrada, y que posiblemente se sabe de memoria como quien repite la tabla de multiplicar. Su discurso gestual y corporal parece ir acorde a los que dice, echando una mirada a derecha, izquierda y centro para que nadie se pierda el aliento de su prédica. Cada 3 o 5 minutos tiene un cierre redondo que el público sabe pagar con un baño de coros y palmas para el deleite de dirigentes y partidos. Los tienen donde quieren. Es su noche. Todo el sembrado de cemento está ocupado, algunos sentados en el piso, otros subido a las bancas o encaramados a los postes observan. Los más atrevidos no dudan en pisar el césped.

¿Pero, qué dijo Verónika Mendoza? Nada que no haya dicho antes. Diríase que vino en modo playback: Puyazos a la politiquería. “NO hemos perdido, hemos ganado en el corazón”. “Somos consecuentes y coherentes” “No apoyaremos a ningún candidato en segunda vuelta”. Serán oposición como 2da fuerza en el Parlamento. Volverán a postular para el 2021. El despilfarro de otros políticos en campaña es un insulto. Su partido es democrático por tener elecciones abiertas y no tener candidatos a dedo. Inflar el autoestima del pueblo. Cambiar de modelo económico. Invitación a que se unan al partido. La necesidad de trabajar juntos. En fin, un remix de todo lo que manifestó en diversos medios de comunicación postelecciones.

Lo peculiar de todo esto es el contenido estructural de un hecho tan humanamente sobregeneralizado. Hablamos de un ritual. Una ceremonia. Una misa roja en tanto retórica ideológica que de forma daltónica separa lo bueno de lo malo. Básicamente ellos se dicen por dentro y fuera: nosotros somos los chicos buenos, “ellos” son la peste. Tanto el público como los pontífices de la reunión están ahí para reconocerse y delinear la esfera de lo posible para su programa. El objetivo es fortalecer el vínculo amo-masa del que quieren formar parte, vínculo que ambos elementos del partido y del movimiento social saben reconocer. Están para reforzar aquello que en privado y a solas no son capaces de decirse.

Por supuesto, semejante acto colectivo posee también una vena que raya con el espectáculo. Para muchos, Verónika Mendoza es un gladiador, es su cachascanista favorita. Conoce el ring mejor que ellos. Desde su mirada es inteligente, bonita, carismática y tiene algo que ellos mismos no poseen. ¿Cómo resistirse a sus encantos? ¿Cómo no ser partícipes de algo que ella, una mujer joven, madre y lideresa política está embanderando? ¡¿Cómo no ser parte de esto?!

Pero dejémonos de chácharas. Verónika Vino a no perder su parcela en Tacna. A tomarse su selfie. Vino a decir que sigue en juego. Porque en el ajedrez político, Tacna es un ¿alfil? ¿un peón? ¿un caballo? ¿una reina? Es una simple ficha para mantenerse en juego. Qué importa si la población es minúscula. Qué importa si muchos no entienden de lo que está hablando. Qué importa si muchos no la quieren. Tacna es Tacna. Y para las fotos, para los videos, para los memes, para el dato que queda impreso en su mente y en el imaginario del partido, es un apoyo emocional que aplica su peso en estadísticas y estrategia. En voz interior confortante. Tacna es suya.

Como siempre, el pueblo votante queda relegado a su papel de público espectador. Mantenido a raya. Supeditado. Encrucijado a su competencia de elector, inflado por el tremendo espejismo de la libertad electora, la virtud democrática de ser partícipes virtuales de algo que apenas logran entender o ver, porque los partidos y sus líderes solo mostrarán la punta del iceberg de la siniestra problemática del país. El público, el pueblo ha sido traicionado por su predisposición emocional a la pantomima política. El sentimentalismo masoquista de escuchar solo lo quieren oír. La promesa fantasiosa del cambio social que se saborea como un chupete en la boca. Su dosis de utopía. Su placebo de justicia. ¿Quién se engaña en todo esto? ¿La mano que escribe, el ojo que observa? ¿Lo que está afuera o adentro? ¿Lo ignorado?

Tengo la sensación de que los movimientos de izquierda (ni hablar de los de derecha), por alguna extraña razón ven a su enemigo, y por extensión al enemigo del pueblo, en la cola del lagarto, y jamás al lagarto completo. Pero hay algo que quizá nadie sepa. El lagarto somos nosotros; todos. ¡Hay que matar al lagarto! ¡Dejémonos de cortarnos la cola!