Las poéticas de hoy tienen mucho que arriesgar. Ya no hay
temas seguros, nos encontramos en un nuevo(viejo) continente que parece tan
extraño y el cual se hace difícil explorar por su inconmensurabilidad. Los poetas se inspiran, desde sus acantilados, quieren traducir los polos defectivos y virtuosos de esa gigantesca Pangea. Según esto, todo autor cultiva insospechadamente errores y aciertos en
los tramos de una escritura sin brújula ni padres adoptivos. Tanto peor para las primeras
experiencias con el lenguaje de los bisoños. ¡Oh!, el lenguaje, ese
otro, organismo fantasma cuyos contenidos afloran significados manifiestos y latentes. Feelback (Sub 25, 2016), es el primer
órganum con el que Valeria Román Marroquín se adentra en el farragoso terreno
de la poesía peruana contemporánea. Según confiesa ella, escrito a los 15 años,
y publicada 02 años después. Libro brevísimo, intimista, confesional, sencillo,
y por lo tanto, no menos lúcido, así al menos, se nos presenta un grupo de 11 poemas organizados bajo el latido y cartografía personal de esta poeta. Una
primera leída de barrido da la impresión de ser un libro gramaticalmente
descuidado, hecho a la volada, con una especie de automatismo psíquico que muestra
más que estructuras inconscientes, una rebelión en contra de ese lenguaje viral
al que buscaba domar el malogrado William Burroughs. Veamos esto con
detenimiento.
Hay una despreocupación total del verso blanco, que se me antoja (an)verso. En Feelback parece no importar la organicidad y/o
circularidad del poema, sino los ritmos distorsionados y estridentes de sus
confesiones, las intuiciones de sus imágenes que elevan lo cotidiano a una
categoría baldía, y por ende fantasmal. No se convoca la sonoridad, tampoco la
lógica. La ortografía y sintaxis de Valeria Marroquín puede entenderse como una
renuncia beligerante a la escritura formalista, dando paso a un dadaísmo que
puede pasar también por inexperiencia poética si se nos antoja criticar una “versificación
incorrecta”. Así el verso, clásicamente versolibrista, conocido por una
estructura rítmica que todavía respeta la respiración personal del autor, en Feelback,
se vuelve un asma o hiperventilación angustiante que inquieta por sus ritmos
sincopados, palabras imbricadas, letras que parecen estar a contratiempo. Aquí
no se corta el verso bajo una fórmula sonora, ni mucho menos invoca logos
riguroso. De esta forma se prescinde de los signos de puntuación, de las
mayúsculas, generando oraciones hibridas, que no privan de sentido ni rayan el
garabato, sino que indican la dinamia con la que deben ser leídos, en clave de
partitura, o una mera pragmática de cómo experimenta cada vivencia según su
lenguaje privado. Esto se ve a lo largo y ancho de sus poemas.
Llamaremos (an)verso, término que utilizamos no para causar
tendencia, sino para señalar una cosa de otra, en tono pedagógico, a esta
versificación ciega y rebelde que da fuerza y dinámica al poema, como en “Every
Little thing is made of love” : “por qué
escuchamos canciones de amor por qué
las cantamos/ por qué te gustan/ por qué las tocas bajo la tonta noche estrellada frente a una chica que
te gusta tanto”. Aquí no solamente se obvian lo signos de interrogación,
también se ponen las preguntas unas seguidas de otras, hecho que indicaría se
lean de corrido. Sin embargo, otras veces puede parecer un error garrafal que
deviene en galimatías, como en “Ícaro”: “desde
sus orígenes el hombre ha mirado hacia el cielo/ buscando respuestas/ pero no encuentra no gira/ alrededor de
nada como un muchacho/ hermoso el sol
quema cuando se le mira directamente”, ejercicio que sabemos se realiza más
por experimentalismo que por inexperiencia, aunque a veces parecen equipararse.
Pero aquí no nos engañemos, estamos ante uno de los desaciertos que amenazan
con hacer inteligible el poema; y de otro lado, muestra una conciencia del
lenguaje devenida en experimentos en la versificación, pues así la obra, no
sabemos si por ingenio postmodernista o mera coincidencia, se revela abierta para que el lector
desarrolle su propia respiración.
Decíamos que hay una conciencia del lenguaje, más no
metalenguaje, y es condición de las escrituras postmodernas (o post 2000) tener
la suficiente conciencia sobre el texto para deformarlo, jugar con él, revelar
sus paradojas semánticas, los límites de sus sentidos, algo de eso se ve en
este Feelback, más no es su categoría. El libro se inclina por hacer del
lenguaje herramienta simplista, en clave confesional que se desnuda y revela
sino el lado más creativo de la escritura, sí la filosofía del “menos es más”,
donde las imágenes son tan comunes que uno se pone a pensar en cómo no nos
hemos dado cuenta de la poesía que llevan esas estampas tan cotidianas como un
día de cocina con la madre, un momento sobre los techos de la ciudad, estar en
plan H con el enamorado de turno, o imaginar al mango como tema. De esta forma
se desarrolla una fuerte poética de la memoria, escudriñando el deseo femenino,
así como el descubrimiento y definición de la propia psicosexualidad. Y en este
trance se nos muestra una fisiología del dolor bajo la experiencia ginocéntrica
(adolescente en este caso), por la que se filtran las cosas de la vida en sus
formas rutinarias. Pues a eso apunta la materia del libro, generando un
panorama donde la desesperanza, la
resignación, y por ende una estética de la aceptación auguran el fin de su
escritura: un feelback, concepto que juega con el feedback*
(retroalimentación), solo que aplicado al escabroso campo de los sentires más
que las ideas.
Hay al menos 3 temas que desarrolla Valeria Román Marroquín
en este libro: 1) la subjetividad femenina y sus avatares,2) la relación
disfuncional con los padres y el rechazo a la familia, y 3) el concepto de
mundo en sus investiduras más cercanas. Para el primer tema, poemas como
“Canción para mi baby baby bay” exploran un eros en el que se busca hasta
revelar su estructura subjetiva, siempre en clave femenina: “yo no sé cantar pero escribo/ una canción
para mi baby baby bay mirándome el ombligo”, poema que juega con la intertextualidad (letra en ingles que bien podría ser de
Justin Bieber o Aretha Franklin), para intensificar la riqueza semántica del
texto. De este eros deviene la introspección: “Mi baby baby baby se mira el omlbigo/ me pregunta quién terminará por
devorar a quién:/ yo lleno mi boca de lugares comunes/ como si fuera tierra/
devoro primero/ todos los animales que he sido/ para comenzar a ver mi cara/
limpia”. Esto mismo lo observamos en “Every litle thing is made of love”: “Por qué escribes sobre mujeres que vuelan/
sabías que no todas vuelan/ la taxonomía del animal lo dice así: dos piernas/
bocas como océanos/ nadan en sus palabras”, poema donde empieza a inquirir
a su objeto de deseo para finalmente volverse a definir luego de mirarse
adentro: “por qué no escribes sobre la
sal sobre la herida/ sobre la herida que tengo la herida que me hiciste/ sobre
algo que no duela/ por qué no escribes sobre mí”. Más de esto, con menos
pulcredad es el motivo de otros poemas que son pretexto de esta autoexploración
o conciencia de género, como en “Mango “ y “Postal en un techo ajeno”.
El segundo motivo, el tema de los padres lo vemos en “Escena
uno interior cocina”, poema que parte describiendo la atmósfera inquietante en
el que una hija intenta conectar con su madre: “los ciclos se van cumpliendo/ la sopa se prepara/ y ya no es mamá
quien mueve la cuchara/si no yo/con las manos hundidas en el agua hirviendo/
ambas probamos la sopa siete veces antes de hablar”. Esta topografía
hogareña adquiere un tono angustiante que sirve para aproximarse a la madre
sino por el vínculo familiar, sí por el género al que ambas pertenecen, hecho
que sugiere un fuerte descubrimiento del discurso femenino y su lugar ante las
fuerzas que la configurar madre y esposa según los hábitos que se le asocia,
más no en mujer: “aspiro la grasa en las
ventanas de la cocina mi madre la tiene/ pegada en su nariz el tiempo la obligó
a acostumbrarse/ a no quejarse/ a no sentir falta de aire”. Todo esto transmuta en sororidad obligada o
en la imposibilidad de la relación madre-hija: “me dice que los miedos no se crean ni se destruyen/ se transforman/ se
heredan/ hierven a fuego lento/ y sabe que me h enseñado bien/ aunque yo n lo
sienta así aunque no lo quiera comprender”. En otro poema como “Please,
look around now to locate the closet emergency exit to your seat”, también
leemos este interés de la poeta por elaborar este tropo: “estudio una ciencia
exacta que los aeropuertos esconden muy/ detrás de las despedidas/ y aquella
nos ha permitido sentir un tipo de tristeza para la que/ nuestros padres nunca
tuvieron/ tiempo-“. O en “I have been made so you can use me again and again”:
“Cuando madre deje de tocar la puerta y padre deje a las mujeres”.
Finalmente está el grupo de poemas que inspeccionan su
relación con un mundo lleno de metarrelatos que fueron configurando su primera
subjetividad, y a la que parece querer
renunciar en tono de ironía. Esto se observa en algunos poemas que delinean su
concepto de hombre contemporáneo y los discursos que lo construyen en maneras
que percibe sino injustas, absurdas. En “Autorretrato circa mil novecientos noventa y nueve” leemos
su filosofía personal: “Somos animales de
mecanismos desarrollados para/ nacer/ crecer/ hacer/ morir/somos animales con
las condiciones para medir la vida a una / velocidad perfecta”. Luego el
poemas va enlistando el desencanto de las cosas, y una vez agotadas, se vuelve
en sí para revelar el lugar que ocupa
dentro de ese remolino que la hastía: “así
esperan así esperan así buscan/ en google:/ “cómo ser feliz en diez pasos”/
“las personas delgadas son un 30% más felices que las que no/ lo son, o sea yo/
cuánto cuesta ese 30%/ cuánto cuesta bajar de peso”. Todo esto moldea una
feliz resignación que se conoce como autoaceptación incondicional definiendo a
su escritura herramienta de su redención: “así
es como se debe masticar una edad/ así es como se escupe/ en silencio”. Más
de esto lo encontramos en “Ícaro” y “Pop negro” donde un pulso ateísta parece
exorcizar los logos de un pasado del que reniega y formó parte de su mundo
primero.
Esta psicotopografía configura sus textos como una escritura
de la transparencia, una sinceridad cuya letra “escupe/ en silencio”, para
quemar lo que sería una etapa al viejo estilo de una inocencia interrumpida; vertiéndole
los claroscuros de sus partículas elementales. Sin embargo, hay que señalar que
no todo en el libro es acierto. En varios pasajes los versos son imprecisos por
un trato sino descuidado del lenguaje, demasiado apegado al experimento. Poemas
como: “Mango**”evidencian un manejo rígido y frío del verso y no desarrolla ni
cierra lo que invoca: “Aprendí a huir del
hombre/porque solamente sabe comer fruta/ fresca”. O “Pop negro”, cuyo tema
brillante -el influjo oscuro de la religión sobre el cuerpo de la mujer-, en
este caso no llega a redondearse por ser un poema de estructura abierta: “repítelo al pie de la letra/ eres muy joven
para entender/ santo/ es tu cuerpo un río seco un río que trae piedras santo es
tu/ dolor y peso/ que llevas arrastrando santo es lo que brota de las heridas
arrodíllate”. O este otro, “Love letters meaningless”***, que de igual
manera arranca vertiginoso, pero lo esquirlado, lo intermitente, los saltos
semánticos de estrofa a estrofa no llegan a la integración y vuelven a insistir
en el poema hecho a retazos, que se presta más para una lectura excesivamente
abierta donde el lector tiene que hacer todo el trabajo: “una ortiga crece dentro de una herida/ cualquiera como yo crezco de
una / costra como yo existo en un estómago”.
En cambio son poemas como “Canción para mi baby baby baby”, “Every
Little thing is made of love” “Escena uno interior cocina”, “Please, look
around now to locate the closet emergency exit to your seat”, y “I have been
made so you can use me again and again” los que le dan vivacidad y lucidez al
libro, rescatándole de la mera ilusión óptica o el presentimiento de un libro
irregular. Dentro de todo, este Feelback es una arriesgada apuesta
por una poesía diáfana, que no elucubra ni invierte espacio para el verso
barroco, cultista o metapoético. Un verso cuasi prosaico, con imágenes
sencillas, un lenguaje repetitivo y evocador de lo cotidiano en su variante
kafkiana, o al viejo estilo de escenas lyncheanas. La presencia de lo rutinario acompañado de angustia polineurótica, señalan esta batalla de la poética contra
el pasado-presente de una voz que se descubre mujer y su consecuente aceptación
incondicional. Una poética que aprovecha los límites del lenguaje (concatenaciones, encaballamientos) para elaborar un ritmo estridente, asmático, signo de reclamo; queja que prefigura una futura ontología respecto a la particular experiencia: cristal desde el que mira el mundo. No hay un feminismo en esta poesía, hay una conciencia
de género, de clase, la intuición de precisar el lugar del hombre-mujer en el
cosmos a partir de la singularidad que le ha tocado, para enhebrar los temas
que empiezan a obsesionarla: el amor, el deseo, los padres, la feminidad, el
mundo y todo su entramado en un libro que arriesga y gana por el mero hecho de
no callar, de escupir, y desengañarse.
Tacna, 31 de octubre el 2018.
*Capacidad de un emisor para recoger reacciones de los
receptores y modificar su mensaje, de acuerdo con lo recogido.
**Se observa que este poema ha sido corregido o tiene otra
variante cuya calidad parece superar al aparecido en este Feelback. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=cS896FE1N7o
***De igual manera, otra variante de este mismo poema, más
elaborado y mejor desarrollado aparece en: https://www.playgroundmag.net/studio/historias/Valeria-Roman-Marroquin_22672813.html